Se cuenta que Marylin Monroe estaba prendada de la inteligencia de Einstein. Noche y día no hacía mas que pensar en ello. Y a diario, siempre que se sentaba ante el tocador a recomponerse el peinado y empolvarse un poco el rostro, admiraba su belleza en el espejo y declaraba: ¡Que pudiera unir su inteligencia y mi belleza en un nuevo ser... sería la persona perfecta!... Y así pasó algún tiempo. Sumida en desesperación y ensueños.
Hasta que un buen día, sintiéndose cerca del límite a perder la razón, al no poder mas, fue a ver al físico a su oficina.
Einstein se encontraba trabajando en unas ecuaciones diferenciales sobre su sillón favorito. Hacía solo unos minutos que la secretaria le acababa de servir el café y se había marchado cuando Marylin irrumpió violentamente, encubierta en una caperuza verde y aterciopelada. Estaba lindísima, con un mechón de pelo rubio saliendo de la caperuza, y declaró exultante: ¡No puedo mas, hazme tuya! hagamos un hijo que tenga tu inteligencia y mi belleza. ¡Siempre lo he deseado! ¡Hagamos el ser perfecto!
Einstein se retiró la pipa de los labios, estuvo algún momento pensativo mirando a un punto fijo, se olisqueó el bigote , miró las ecuaciones, dejó el cuaderno y dijo palmeando las manos al tiempo que se levantaba y suspiraba:
¡Con todo gusto!
Lo hicieron sobre la alfombra. Einstein lo hacía como un toro. Tumbaron la mesita del café y este se derramó y empapó el sillón de un costado.
Cuando terminaron Marylin estaba radiante, al fin su deseo iba a ser una realidad. Pero Einstein permanecía dubitativo. Era evidente que algo le preocupaba. Al final dijo:
-Señora...
Marylin se ocupaba en acomodarse el sostén...
-Permitame que le ayude con eso y mientras tanto le digo...
Ya que tendremos un hijo...
-Ella le escuchaba atentamente-
...desde que irrumpió aquí, no ha parado de dar vueltas a mi cabeza una preocupación. Digamos periférica. Un problema periférico... Si. Ese es el término. ¿Y si el niño atribuido mi belleza y la inteligencia de usted?
Entonces lo comprendió todo
Marylin se tiró a llorar.
-Oh no,no... ¡Viejo zorro! eso no puede ser verdad, se aprovechó de mi. Y salió lo mas rápido que pudo de la oficina.
Y para quién dude de esta historia; a toda la gente con miopía le conmino a retirarse las gafas, mirar de cerca la foto y después irse alejando de a poco. El resultado les sorprenderá.
Aveces los rumores terminan siendo verdades.
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