El lugar era al fondo. A
un costado de la zona de maniobras de los camiones de carga. Atravecé
desde donde los choferes de trailers aguardaban aparcados su turno
para descargar. Algunos comprobaban los neumáticos, lavaban la
cabina y otros mantenían el motor en ralentí. Trailers larguisimos
con matriculas procedentes de todo el país que olían a lubricante y
Diesel crudo.
Yo llegué primero. Luego
se unieron otros dos. Eramos en total tres en el grupo. Todos con el
gafete prendido de la camisa. Yo llegué primero, aparqué en el area
que acababa de cruzar y tenía necesidad imperiosa de ir a orinar,
tres latas de cerveza y un café antes de marcharme de casa tendrían
que salir tarde que temprano, naturalmente.
Nos pasaron en fila india
a una recepción que olía a desinfectante y parecía sala de espera
de consultorio dental. Nos sentamos formados en una banca de asientos
duros. Nadie hablaba, la recepcionista tecleba y tecleaba. Menos mal
que esto irá rápido pensé porque si hay algo que en verdad me
molesta es esperar.
Arriba, frente a donde
aguardabamos sentados, estaba fijada al techo una camara de seguridad
contrapuesta a otra. La única puerta mas inmedita era por donde
habiamos entrado y solo se podía salir si el guardia de afuera,
desde su puesto, accionaba la cerradura eléctrica mediante un
interruptor.
No hablabamos nadie.
La recepcionista pidió
nuestros datos. Los trabajadores entraban y salian y se perdían en
sus oficinas de al fondo como si se los hubiera tragado la tierra.
Despues pasó una media
hora y yo con mas necesidad de ir a orinar. Comenzaba a creer que de
no estarnos estudiando delante de un monitor, simplemente les gustaba
jugar con el tiempo de los demas, o no tenían respeto alguno, ni
entendimiento de la vida. Ni de que el tiempo de un hombre es
limitado y que es un crimen abusar del tiempo de otros; lo cual era
algo muy negativo para ellos. Pero al menos las empresas no te
engañan al respecto, son honestas, es un atributo que es obligado
reconocer; desde un primer momento apuntan a la cabeza y nose andan
con ambages.
En el centro, junto a una
planta de fantasía, había una mesa repleta de literatura infame,
revistas de farándula y periódicos amarillistas de nota roja. Junto
a la recepcionista un bidón de agua purificada y cucuruchos de papel
para servirse.
Tres de los chicos con los
que entré se dejarón ir por las revistas. Yo ni loco tocaría eso.
Ademas, estratégicamente era aberrante. Podían estarnos estudiando
frente a un monitor, si yo fuera uno de ellos lo haría; y eso, sin
duda, dice mucho. Quién no pueda estar un momento sin hojear algo o
mirando el teléfono denota mucha vacuidad. Yo no necesito de eso en
las salas de espera. Me limito al placer de observar puramente. Y ahí
no faltaba que observar; todas esas mujeres bien vestidas y de
piernas elegantes que ocupaban cargos administrativos. Pero
trancurrió otra media hora y aún seguían sin llamarnos. Estaba
negociando la necesidad de ir a desaguar las birras. Pero no me
agradaba la idea de estar ausente cuando empezaran a llamar.
Esperé otro cuarto de
hora y estaba comenzando a sentirme muy incomodo, en parte por la
espera injustificada y por mi vejiga que estaba a punto de reventar,
pero nadie protestaba, nadie decía nada, estaban hechos de cal y
mortero. ¡Hombres de granito! Yo no podía estar simplemente ahí
como un maniqui hecho de madera sin quejarme. Así que ¡total!
decidí que iría a orinar. Golpeé el cristal, hice una seña y el
aguardía accionó la cerradura eléctrica.
-¡oiga ¿No hay baños en
este sitio o qué?!
-Los de los visitantes
están a la vuelta.
-¿Estan muy lejos?
-Algo. Deberías
aguantarte.
-No lo creo -dije
-¿A cuantas entrevistas
de trabajo te has presentado?
-¿Eso a que viene? -dije.
-Mi consejo es que a la
proxima tires el agua antes de presentarte a una entrevista. ¡lo
entiendes!
-¡Es que bebí cerveza!
-Ah, ¿y vienes a una
entrevista de empleo bebido?
-¡Olvídelo!
Dí la vuelta a la nave.
Había otra sección de trailers aparcados. Me metí en una
callejuela. Al fondo ví un transformador y justo enfrente, pasando
un pasillito estrecho descubrí los baños. Nadie los vigilaba.
Estaban solos y una barra de luz blanca titilaba. Cualquiera podía
entrar y cagar siempre que quisiera.
Cuando volví estaba un
asiento vacío. ¡Protesté!
-¿Señorita que ha pasado
con el chico que estaba aquí?
-¿Qué chico? -¡Espabile
por dios, pensé- ¡oh ese! Lo han llamado.
-¡Por dios yo estaba
citado a las cuatro en punto, me han robado mas de una hora...!
Ademas el se ha registrado mucho despues de mí.
-Lo han llamado ha usted
primero pero se ha salido, no es culpa mía. No pueden desperdiciar
el tiempo esperandole. Son formas de agilizar el trabajo.
-Por favor no le estoy
culpando.
Entonces me dijo que
enseguida pasaría.
Veinte minutos mas tarde
la cerradura electrónica sonó. Una mujer gorda entró y anunció el
nombre del otro chico.
-¡Sigueme a bodega!
-dijo- volteó a verme y me dijo- ¿Tu eres el que va para
motociclista?
-Vendedor en motocicleta
-corregí- Mi compañero te atenderá en un momento.
Pasaron quince minutos. La
luz del sol había comenzado a declinar. Tenía ganas de orinar
otravez, me transpiraban las manos, sentía un vacío en el estómago
y yo estaba a treinta kilómetros de casa. Me dieron ganas de cagar.
Sentí tanta molestia que tuve el impulso de arrancarme el gafete de
un tirón y largarme de ahí. No sin antes decirles sus cosas, les
diría...
-¡HABER, USTEDES
CRETINOS, PIENSAN QUE ME MUERO POR TRABAJAR EN SU JODIDA EMPRESA,
PIENSAN QUE USTEDES ... HIJOS DE...PUEDEN JUGAR CON EL TIEMPO Y LA
VIDA DE LOS DEMAS... DE LA GENTE Y SU NECESIDAD...
En eso sonó el teléfono.
La recepcionista hablaba muy bajo. Me quedé agudizando el oído y
tratando de leerle los labios, dijo con esa vocecita diminuta, con
cierto tonico.
-BueeEEeenoooo...
¿Siiiiiii? ¡No me digas queee! ¡Oh my god! ¿Mientes? ¡UPS!
¡JIJIJI! ¡JIJIJI!... Te lo mando... ya pues, te lo mando JIJIJI.
¿Te lo mando? -¡No podía
ceerlo!
Colgó el teléfono y me
dijo sin mirarme.
-¡Vete a recursos
humanos!
-¿Vete? Y para colmo se
mostraba igualada
quise contestarle.
“¡No recuerdo haber
dormido con usted, pero si me refresca la memoria...!”
Ante todo soy un
caballero. Logré dominarme y no le dije nada.
Recursos humanos estaba
del otro lado de la nave en una puertecilla blanca. Había dos
escritorios. Una mujer jugaba solitario en el ordenador. Y el otro lo
ocupaba un hombre con cara de hemorroide y unos pelitos de mazorca
echados hacia un lado. El hombre me pidió que me sentara.
-¿Y bien...? -leyó en un
papel- ¿Y bien Miguel Angel cómo te enteraste del empleo?
“¡Cómo te enteraste!
-pensé” ¿Acaso no hay buenos modales? Pero dije hmmmm. Sonreí. Y
simulé intriga:
- Oiga, de donde ha sacado
usted mi nombre. ¡Esa información! -pregunté
-¿Cuál Miguel Angel?
¿esta? Me ha llegado por correo del portal de empleo. Tienes
veintisiete, estudiaste...
-Bien pues ahí me enteré.
En el portal del empleo.
La mujer soltó un ¡Pujjj!
Gutural...
-Manolito ahora si
estuviste brillante.
El tipo se puso como un
camarón.
-¡Es cierto -dijo
Manolito- JAJAJA, JAJAJA!
La mujer se desternillaba
de risa. Y Manolito solo hacía: ¡JAJAJAJAJA! Pero estaba inflamado
como una hemorroide. De poder metería la cabeza en el retrete. Yo no
me reía. A esas alturas ya sabía que no me iban a dar el empleo. Un
empleador tenía que sentir ese aire de superioridad sobre el
candidato y Manolito no lo había conseguido. No es mi culpa.
Aún así la entrevista
continuó:
-¿Qué fue lo que le
llamó la atención del empleo?
Eso estuvo mejor. ¡Ahora
era señor! Intercambiaria los papeles.
-Manolito, para ser
honesto el horario.
-¿El horario? ¿Qué hay
con el horario?
-Me parece muy comodo, y
pues dije vaya... Son mis horas mas productivas, contactaré con la
gente de esta empresa y no hay nada que mas me entusiasme que
trabajar para una compañia que se preocupa por sus empleados.
Nuevamente se puso como un
camarón y se acomodó los pelitos de Mazorca. Solo que ahora dudaba.
-Bueno, el horario que vió
no es exactamente...
-¿No es exactamente que?
-dije- no comprendo.
-quiero decir que no es
exactamente el real.
-¿Ah no?
-No. Me adelantaré un
poco...
Comenzó a soltar una
verborrea imparable sobre la historia de la compañia. No me
interesaba, realmente estaba harto... Fingí escucharle y asentir lo
que decía, pero no le escuchaba. Mi mente estaba ausente. Fue un
momento de “PAUSE” Mi espíritu salió a dar una vuelta por ahí,
dejó el piloto automático y salió a dar una vuelta. Duró
muchisimo hablando. ¡Oh Cristo! No puedo creer que alguién viva
para aprenderse eso de memoria. Sentía como si cada minuto que
pasaba se duplicara. Al fin dijo:
-¿Comprende usted?
Mi espíritu regresó.
-Completamente -dije.
-Pues le repito. Para este
empleo tan noble e importante para nosotros, la compañia decidiría
su hora de salida. Pero por lo regular, será no antes de las nueve
de la noche. Luego de entregar pedidos, elaborar facturas, bitácora,
entregar el équipo.
-¿Quiere decir que no me
puedo llevar la motocicleta?
-Es correcto.
-¿Por qué le importa
tanto el horario? Yo trabajo todo el día. Todos trabajamos aquí
todo el día.
-Si claro. Por supuesto
pero mi abuelito esta muy enfermo y tengo que llevarlo todos los días
para que le laven la sangre. ¿Entiendes Manolito? ¿Sabes lo que es,
que le laven la sangre a una persona todos los días?
Se quedó pasmado.
-Lo imagino.
-¿De verdad?
-Bueno la verdad es que
no.
-Pues mi primero
introducen una aguja de calibre #34 en la carótida.
-¡Calibre 34!
-Treinta y cuatro
-reafirmé- es una bomba, de un lado extraen por tubos transparentes
de diámetro de cinco centímetros... y la sangre se transfiere a unos
filtros donde se mezcla con unos detergentes que...
-Esta bien, no me gusta
eso Miguel, no me gusta eso. Pero volviendo a lo del empleo hay
oportunidad de crecimiento, vales para juguetes...
-Mira dejame pensarlo.
-Bien, le llamaremos
-Como quieras Manolo.
-Lo haremos.
-Le estaré esperando.
Me estrechó la mano y
salí al aire libre. Ya estaba oscuro. Los camiones continuaban
realizando maniobras y una fila de estibadores aguardaban para el
trabajo nocturno. Fui por la moto y me largué de ahí.
Mi primer entrevista de
trabajo había sido un desastre. Miguelito no encaja con nadie es la
verdad. Siempre ha sido un inadaptado y un marginado. El único sitio
propicio para Miguelito era su taller rodeado de sus motores
aceitosos. Ahí se estaba bien. Tendría que olvidar lo de pedir
empleo y continuar con el taller.
Por lo demás era una buena
noche, ya sabrán algunos lo que es conducir motocicleta en una noche
de Verano. Así que pronto me olvidé de todo y regresé a casa lo
mas despacio que pude.
Había luna nueva. Y esa noche recuerdo que estuve mucho rato mirándola y bebiendo.