Ella y él habían discutido. Entonces ella dijo que
estaba harta y él manifestó que también estaba harto. De forma que
ella dio media vuelta y la vio alejarse rumbo al embarcadero. Llevaba
unos Jeans negros algo ajustados.
El volvió al apartamento, entró a la habitación y
comenzó a preparar sus maletas.
“Se lo merece” pensó. “Se merece que se sienta
culpable” Cuando vuelva ella sabrá que esta vez será definitivo.
Colocó la maleta sobre la cama y la llenó con su ropa.
Luego fue a la cocina y se sirvió una copa. Estaba de
suerte había una botella de ginebra sin abrir. Encendió un
cigarrillo mientras se bebía la copa con lentitud, a pequeños
sorbos. Y pensó en su otra vida que podría llevar. Pensó en
aquella anciana que había sido amiga de su madre y tenía una mueca
tan alegre cuando murió y que a él de pequeño le daba asco.
Aunque no comprendía porque tuvo ese recuerdo, realmente.
Esperó hasta las diez. Entonces fue a la cama. Le
despertó el ruido de la puerta. El encendió la luz. Ni siquiera se
molestó en mirar el reloj. La vio ahí de pie. Trató de recordar lo
que iba a decir. Pero después de todo no tenía importancia lo que
quisiese decir o lo que no.
-No te quería despertar
-No importa -contestó él.
-Supongo que quieres saber si...
-No -contestó él- no me importa.
Ella se quitó la ropa despacio y entró a la cama.
El apagó la luz nuevamente. Seguía sin ver el reloj.
¡El tiempo me tiene sin cuidado! Pensó.
Ella estaba vuelta hacía la ventana. No sabía si
dormía. Estaba muy quieta. Y la noche era muy oscura. De pronto ella
encendió la luz de su lado y dijo:
-Frank ¡Por dios! ¿Qué es lo que nos pasa?
El se incorporó. Se frotó la cara y dijo:
-Quién lo sabe, quién lo sabe, en realidad.
Y miró la maleta preparada en el rincón de la
habitación. No sabía si ella la había visto pero ha decir verdad:
ahora ni siquiera estaba seguro de nada.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario