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viernes, 13 de septiembre de 2019

De noche



Debía ser alrededor de la una o las dos de la mañana. No recuerdo. Lo que si sé es que fue después de que el bombillo del cuarto de baño se quemara. Es comprensible si pensamos que trato de vivir, en cuánto a lo posible; lo mas desatento del reloj. Antiguamente las sociedades no se ocupaban tanto del tiempo. Solo lo básico. Su antes y ahora y su después estaba marcado por el nacimiento, la procreación y la muerte. Todo iba así hasta que el humano se dio a la tarea de inventar los relojes para hacer esto un poco mas miserable y mantener mas controladas a las hordas. Natural. El azote de la humanidad es nuestro propio razonamiento. El pensamiento acarrea muchísimos problemas. ¿Cuando aprenderemos?
Pero aquella noche lo único que recuerdo es que tenía una pesadilla y hacía calor. Me levanté algo agitado y permanecí unos instantes en la cama. A menudo me sucede, inclusive tengo un cuaderno atiborrado de pesadillas. Era una noche muy silenciosa y podía distinguir perfectamente las cosas de la habitación. Como dije, era una noche muy pacifica, transparente, casi etérea, eléctrica, con una luna muy nítida como suelen ser las noches de Verano. Me levanté al baño a orinar, jalé la cadena, y, normalmente no lo hago pero esa noche lo hice, y eso es lo que cuenta. No sé explicar porqué, simplemente lo hice; supongo que quizás fue porque no pude resistir la tentación de ver todo tan cristalino; me asomé por la ventanita del cuarto de baño y entonces fue cuando la vi. Una especie de sombra que se movía furtivamente entre la hilera de autos estacionados, junto al parque, a la altura de los juegos infantiles. No se podía mirar desde ningún otro punto de la casa. Soplaba un leve vientecillo porque si se ponía atención lograba percibirse el chirrido de los columpios. Aguardé un instante mas o menos que consideré suficiente y la volví a ver. Era una mujer. Vestía un pijama holgado y se cubría con una especie de abrigo largo. No pude distinguir si calzaba pantuflas pero por su manera de andar debía traer zapatos deportivos. Cruzó el parquecillo infantil y fue hasta la altura de las jardineras de los narcisos, miró a ambos lados, dio un par de vueltas a la jardinera, luego se quitó la especie de abrigo y cayó de rodillas cerca de la jardinera. No podía distinguir bien pero parecía como si estuviese llorando, pues se cubría el rostro, no sé, estuvo así un momento preciso, en cierto instante parecía que rasgaba la tierra con sus manos, al fin se puso el abrigo nuevamente y regresó por el mismo camino hasta perderse por el lateral de los edificios. Esperé un poco mas, pero ha excepción de una luz de una ventana que se encendió unos segundos y se apagó casi de inmediato, y los ladridos de un perro a lo lejos, no sucedió nada mas. Hay tantas cosas que me gustaría entender pero como dije: aveces es mejor tratar de no pensar.

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