Debía
ser alrededor de la una o las dos de la mañana. No recuerdo. Lo que
si sé es que fue después de que el bombillo del cuarto de baño se
quemara. Es comprensible si pensamos que trato de vivir, en cuánto a lo posible; lo mas
desatento del reloj. Antiguamente las sociedades no
se ocupaban tanto del tiempo. Solo lo básico. Su antes y ahora y su
después estaba marcado por el nacimiento, la procreación y la
muerte. Todo iba así hasta que el humano se dio a la tarea de
inventar los relojes para hacer esto un poco mas miserable y mantener
mas controladas a las hordas. Natural. El azote de la humanidad es
nuestro propio razonamiento. El pensamiento acarrea muchísimos
problemas. ¿Cuando aprenderemos?
Pero aquella noche lo único que recuerdo es que tenía
una pesadilla y hacía calor. Me levanté algo agitado y permanecí
unos instantes en la cama. A menudo me sucede, inclusive tengo un cuaderno atiborrado de pesadillas. Era una noche muy silenciosa y podía
distinguir perfectamente las cosas de la habitación. Como dije, era
una noche muy pacifica, transparente, casi etérea, eléctrica, con
una luna muy nítida como suelen ser las noches de Verano. Me levanté
al baño a orinar, jalé la cadena, y, normalmente no lo hago pero
esa noche lo hice, y eso es lo que cuenta. No sé explicar porqué,
simplemente lo hice; supongo que quizás fue porque no pude resistir
la tentación de ver todo tan cristalino; me asomé por la ventanita
del cuarto de baño y entonces fue cuando la vi. Una especie de
sombra que se movía furtivamente entre la hilera de autos estacionados, junto al parque, a la altura de los juegos infantiles. No se podía mirar
desde ningún otro punto de la casa. Soplaba un leve vientecillo
porque si se ponía atención lograba percibirse el chirrido de los
columpios. Aguardé un instante mas o menos que consideré suficiente
y la volví a ver. Era una mujer. Vestía un pijama holgado y se
cubría con una especie de abrigo largo. No pude distinguir si
calzaba pantuflas pero por su manera de andar debía traer zapatos
deportivos. Cruzó el parquecillo infantil y fue hasta la altura de
las jardineras de los narcisos, miró a ambos lados, dio un par de
vueltas a la jardinera, luego se quitó la especie de abrigo y cayó de rodillas cerca de la jardinera. No podía
distinguir bien pero parecía como si estuviese llorando, pues se
cubría el rostro, no sé, estuvo así un momento preciso, en cierto instante parecía que rasgaba la tierra con sus manos, al fin se
puso el abrigo nuevamente y regresó por el mismo camino hasta perderse por el lateral de
los edificios. Esperé un poco mas, pero ha excepción de una luz de
una ventana que se encendió unos segundos y se apagó casi de
inmediato, y los ladridos de un perro a lo lejos, no sucedió nada
mas. Hay tantas cosas que me gustaría entender pero como dije:
aveces es mejor tratar de no pensar.
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