Hemos de mantener fija nuestra atención en el “dejar actuar” de los demás. Y actuar nosotros mismos en consonancia a nuestra naturaleza.
Quién guste de la soledad; que esté solo.
Quién guste de la gente; que esté con la gente.
Quién guste de no trabajar; que no trabaje.
Quién guste de trabajar; que trabaje.
Quién guste del holgorio; que lo soporte.
Quién guste del silencio; que lo soporte.
Y que cada uno se atenga a los resultados.
Solo poseemos el Albedrío para controlar a nuestro antojo.
No permitir dejarse engañar o ilusionar por las opiniones. El Albedrío descuidado es proclive a ir a la deriva, creando situaciones engañosas. Tomar control del Albedrío es tomar el timón de la mente. No existe cosa buena o mala. Triste o alegre. Todo son etiquetas y meras opiniones subjetivas. No somos lo que otros opinan de nosotros; bueno o malo.
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