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martes, 6 de noviembre de 2018

El paraíso de Cantor


El paraíso de Cantor

Este es un libro que significa mucho para mí. Lo he releído varias veces y seguramente nunca dejaré de hacerlo. “Antes del fin” de Ernesto Sabato.
Al igual que él (pero desde un contexto mucho muy por debajo, pues Sabato llegó a ser un gran Matemático) también yo pasé por esa etapa de mi vida en la que me vi encantado por el universo perfecto y abstracto de las Matemáticas. Y recuerdo aquella frase de David Hilbert que ha quedado estampada en mi memoria a sangre y fuego: “Nadie nos expulsará del paraíso que George Cantor ha creado para nosotros” La frase tiene su historia y no tiene precisamente la connotación a la que me refiero. Ya contaré algo mas adelante. Por ahora es válida. 
Pero luego de que por decisión propia decidí que después de todo el Paraíso de Cantor no era para mí, no dejé de preguntarme a menudo ¿Qué me había sucedido para enamorarme de esa manera de las Matemáticas? Porque confieso que aún ha estas alturas no dejo de emocionarme con cualquier tipo de demostración. ¡Recuerdo en particular de la que me quedé bastante tocado! Fue la primera y decía:
¡Demuestre que 1 es mayor que 0, 1>0! donde se procedía por el método de la reducción al absurdo, quiere decir “Suponiendo” que 0 es mayor que 1, y de ahí en base a unos cuantos razonamientos se llegaba como resultado que 1 es mayor 0, lo que por consecuencia es una contradicción pues recordemos que partimos de suponer como verdadero lo contrario...

Y yo disfrutaba como un poseso con todo eso. Pasaba horas y horas refugiado en aquel universo. Análisis matemático, teoría de los conjuntos, Combinatoria, Cálculo diferencial e Integral, Matemáticas discretas, Álgebra lineal...
Pero nunca se me ocurrió preguntarme ¿Por qué? Ya lo he dicho. Hasta hace relativamente poco dejó de ser un misterio. ¿Yo Matemático? Cuando fue la materia que mas me costó en mis estudios básicos. ¡Imposible! ¿Qué era entonces? De lo que creo estar seguro es de que, las cosas que uno hace en la vida, las hace por una razón en especifico, así que aquello debía tener un ¿Por qué?
Sería absurdo que no existiera una explicación.
La respuesta fue que el mundo se me presentaba hostil. Buscaba un refugio. Me dí cuenta de ello algunos años después, muy recién...
Mientras tanto aquello operaba desde el inconsciente, totalmente invisible a mi razón. Me sentía incomprendido, tenía problemas para relacionarme con los demás y debí descubrir un buen día, luego de estudiar un curso básico de Trigonometría que aquello me ofrecía un lugar cálido donde alojarme. Un universo solo para mí. Donde podía estar a mi antojo. Y estaba ahí esperándome. No importaba lo mal que pintaran las cosas; siempre estaba aquello para mí. Ese lugar donde nadie podía hacerme daño. Y por mucho tiempo lo mantuve oculto, hasta el día que dije a mi padre que quería estudiar Matemáticas. Al final pactamos que iría a Ingeniería por otras razones. Bueno. Yo amaba las matemáticas y siempre quise ir allá. Me dediqué a estudiarlas de forma paralela.
Pero volviendo un poco a los inicios.
Como recuerdo haber disfrutado con aquel librito de Trigonometría. Era de bachillerato. En un principio no entendía gran cosa y creo que fue lo que mas me llevó a disfrutar... fue entonces como aprendí a indagar. Fue como resolver un Puzzle, un misterio... algo fantástico. Recuerdo que no podía parar y llené los margenes de anotaciones y de “pistas” Y entonces inventé un método de sintetizar la información que consistía en indagar, y recabar información acerca del tema, crear una especie de collage, con eso que no se entiende bien y se ha recabado, y luego tratar de atar cabos, ir desechando hasta poco a poco en la mente formar la visión del objetivo...
Por suerte yo estudiaba un Bachillerato en modalidad abierta y tuve la fortuna de tener dos profesores excelentes que me alentaban a seguir... mi profesor de matemáticas y mi profesora de filosofía. Le estoy muy agradecido a ambos. Cuidaron que mi capacidad de asombro y mi hambre de investigación no se apagara.

Para entonces yo ya tenía mis filósofos preferidos, pero por alguna razón no habían llegado con la misma fuerza que lo hicieron las matemáticas y posteriormente la lógica, todo fue gradual.
Y tal como se refiere Sabato en este libro; ahí descubrí un mundo bien ordenado, un mundo de certeza y seguridad, y donde no cabía la charlatanería de la filosofía.
Pero esa etapa acabó. Mi vida ha cambiado. Yo soy el mismo esencialmente pero digamos que con una visión algo diferente de la vida. Como solía decir Borges mas o menos “Yo soy el mismo de hace tantos años, pero con algunas astucias añadidas y un poco de menos errores” creo que dijo, no recuerdo bien.

Y en otro sentido, ahora, ha esta distancia de aquello puedo estar de acuerdo con la forma de Sabato de ver a las ciencias exactas. “Las ciencias exactas en su principio mas abstracto y fundamental son mas claras y simples que el arte y la filosofía” porque, después de todo, si demostramos la infinitud de los números primos mediante un bello razonamiento, ahí no cabe el subjetivismo; por el contrario: “Todo es impersonal”
Ahí es o es... ¡No hay de otra! Y sus principios son “atemporales” quiero decir que si pensamos, por ejemplo, en el teorema de Pitágoras, este seguirá siendo igual de valido al paso del tiempo. El tiempo no le hace mella. Es impotente contra estos conceptos.
Por el contrario podemos echar una mirada a la filosofía y díganme ¿cuantos filósofos son inmunes al tiempo? o como dice Sabato son “Metahistoricos”
Demócrito, Aristóteles, Berkeley, Descartes, Marx, Hume... todos presentan una faceta plagada de cráteres por el tiempo.
Bueno podemos considerar que en este sentido el arte está algunos peldaños mas arriba, porque el buen arte, trata sobre temas de la condición humana, aún el fantástico, y los preceptos básicos de la condición humana son inalterables mientras existamos. Después nada de esto tiene sentido.
Pero en filosofía. ¡Todos dicen tener la Verdad!

Bueno, como ya dije, muchas cosas han pasado... pero siempre recordaré con cariño el paraíso de Cantor. Y creo que es algo que vivirá en mi hasta mi último día.


Hay ciertos paraísos
de los que se entra y se sale
sin dejar rastro.
-como pocos-
me alegra haber salido antes
de la caída de las hojas.

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