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lunes, 26 de noviembre de 2018

Elefante



Elefante

Era Diciembre del 2010. De alguna manera él ya sospechaba que su final estaba próximo, y lo dijo, se lo dijo a mi madre:
— ¡Hija creo que yo ya no duraré mucho!
Nunca nos detuvimos a imaginar la que se nos estaba por venir. ¿Quién lo puede saber? La muerte es así. Estás y de pronto ya no estás. ¿Cómo tomar aquellas palabras en serio? Todos se niegan a pensar en una muerte inminente. Y no se puede hacer nada al respecto. 
Había estado algo enfermo y una mañana aseguró que ya se sentía mejor y que quería viajar. Volver a ver aquella tierra, respirar el aire de aquel sitio que tanto significó para su vida. La carretera, el aire, el sol, el mar... eran su vida. Siempre había sido así, dejando parte de si mismo aquí y allá.
No sé que tan cierto sea eso. La gente suele decir que hay quienes sienten encima los pasos de la muerte. Lo único que puedo asegurar es que aquella noche, luego de despedirse de todos nosotros, se puso en camino en un viaje de once horas con un conductor que contrató.
A las diez de la mañana del día siguiente, ya faltando algunos kilómetros para llegar a Mazatlán, ya con la brisa marina sintiéndose en los pulmones, el cielo muy azul y el sol pegando de lleno con sus reflejos dorados sobre la superficie del mar, bajó el cristal del auto, sacó un poco la cabeza para respirar el aire, luego se tocó un poco el pecho como si le fallase la respiración y murió, en movimiento, abordo de un auto y cerca de su adorada mar. Los familiares le esperaban. No tenían ni idea de la noticia que les estaba por llegar.
Murió sin decir nada, ni emitir un solo quejido. Así repentino se quedó dormido sin mas. Fue lo que nos contó el conductor. No tenía mala expresión, al contrarío, aseguró que había mucha paz y serenidad. 
Nunca había visto tanta paz, como la de aquel momento. 
Por supuesto que solo fue un momento antes de entrar en pánico. Al final para aquel hombre solo quedó en susto y en unas pocas horas de arresto. Pero regresando al tema.
Creo que es la muerte que la mayoría desearía. Poder cumplir nuestro último deseo. Morir cerca de lo que mas amamos.
De la persona que hablo en esta pequeña historia que parece mas una cursilería romántica sacada de una historieta, es de mi abuelo. Y si. Así fue como sucedió. Sin agregarle ni quitarle. Lo recordé ahora que está por cumplir aniversario aquel día.
Dicen que los elefantes, tienen un comportamiento similar, suelen presentir cuando la muerte les ronda cerca. Emprenden un largo viaje lejos de la manada para morir en soledad. Ahí donde están los restos de sus ancestros.
Creo que es una leyenda africana si no me equívoco. Y también que hay una película que trata sobre esa peregrinación. Posiblemente, de haber algo de verdad en esto, tenga sus explicaciones científicas. Pero de gustos a gustos, prefiero el romántico. El halo de misterio; a las desabridas conjeturas científicas que arruinan la magia, con sus peroratas sobre átomos, materia, física... ¡La ciencia a lo que sirve! ¡A construir carreteras, a crear medicinas...! Sus horizontes son limitados. Ya lo he dicho y lo seguiré sosteniendo. 


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