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martes, 11 de diciembre de 2018

Desintegración (relato)


Desintegración
-Bueno, supongo que ahora tendrás una razón.
-Se lo que quieres decir.
-¿A sí? Pero eso no es una respuesta. Es decir lo es, pero no me satisface.
-Si, claro que tengo una razón. -Contestó el joven un poco deprimido.
-No lo tomes así -dijo ella.
-No lo tomo así, pero no me incordies. Sabes que no puedo.
-Solo no quiero que te molestes.
El no dijo nada. Solo se quedó meditabundo.
-¿James? ¿Me vas a dejar? Puedes hacerlo James. Y no te culpo.
-Vamos no me incordies -contestó él.
-No te incordio. Pero para mí es importante hacerte saber esto.
-¿Saber que?
-¿A caso no escuchas lo que te digo? ¿Vas a marcharte?
El volteo y le besó la frente; y al contacto de sus labios con la piel de la joven notó que la fiebre se
había ido, y no estaba húmeda.
<<Pero volverá>> pensó el joven. <<La hija de puta solo ha dado una tregua>> Se apartó de la chica y
dijo:
-No te dejaré Wanda, sabes que no te dejaré. Me gustas.
El le tomó una mano. Era una mano bonita, blanca y estilizada, como toda ella. O al menos como había
sido ella. Entonces dijo:
-Que pudieras estar... te ves tan bien.
-¿Te gusto?
-Te ves linda
-¿Pero te gusto?
-Me gustas mucho, muchísimo. Lo que es muchísimo...
Entonces ella comenzó a jugar con su mano. Solo vestía un camisón de algodón por toda prenda y no
tenía apetencia de salir de la cama. Aunque hacía unas cuatro noches ella le había pedido que la tocara.
Y cuando terminaron ella se puso a llorar.
-Te traeré el desayuno aquí -dijo él.
-James, no es necesario. Ni siquiera tengo ganas de tomar algo.
Pero el no la escuchó. Salió, fue a la cocina y regresó mas tarde llevando una bandeja con un huevo pasado
por agua, zumo y solo un poco de café; al principio el doctor Raymond lo había prohibido pero la
semana pasada había dicho: “¿Para qué privarla de ese gusto?”
Ella sonrió. Y él pudo notar que se había pintado los labios de ese rojo vivo que tanto le agradaba y se
había peinado y tensado el pelo y barnizado las uñas.
-Wanda linda. ¿Quieres salir al jardín, o prefieres estar aquí? -dijo mientras colocaba la bandeja sobre
la mesa de noche.
Se arrimó a la cama, le besó en los labios y la ayudó a incorporarse. Aún no dominaba por completo la
técnica de salir de la cama. Y sabia que era de lo mas complicado.
-Hace un lindo día. -dijo él.
El joven corrió las cortinas y abrío la ventana. No podía ver mucho por que el árbol de Manzanas y la
madreselva de la vaya se interponían, pero era un bonito cuadro. Con variedad de matices de Verde y
rojo y blanco. El joven volvió y la incorporó un poco. Le puso el almohadón tras la espalda para que
pudiera sostenerse y recibir el aire fresco de la mañana hasta donde estaba.-James ¿Peso mucho?
-Si, eres muy pesada... mucho mas que el otro día, y mañana seguramente lo serás mas -dijo él. 
Pero no siguió por que sintió un nudo que subía por su garganta y no quería llorar frente a ella.
-¿Sabes que creo?
-¿Qué?
-Que me estas mintiendo...
-Vamos, con esa actitud no llegamos a nada. Ahora sujétate de mi cuello y...
-Será mejor que vayas por la silla.
-Buena idea. 
El volvió empujando la silla y ella se sujetó a su cuello. Se sorprendió de lo ligera que realmente era.
Incluso le parecía aún mas ligera que el día anterior. Ella se quejó un poco.
-¿Te lastimo?
-Estoy bien -contestó ella.
-Dime si te lastimo, la piel esta quemada, recuerda.
-Estoy bien. 
Le ayudó a colocarse suavemente en el asiento y la empujó al jardín, luego regresó por la bandeja del
desayuno. Entonces ella pudo ver de frente las casas de vecinos y ver el destello de un auto que
circulaba por la carretera. En ese momento se arrepintió de haber salido. Era mucho mejor ver el
manzano y la madreselva desde la cama, pero no dijo nada. Sintió algo muy parecido al asco. Pero mas
asco le daba recordar el olor a desinfectante del hospital y el ruido de la ciudad. Pero tampoco era tan
particular, ya todo le daba asco. En casa se estaba mejor. El joven se sentó junto a ella en una silla de
madera desde donde podía verla bien.
-Parece ser el doctor Raymond
-¿Le has llamado?
-Hoy es Sábado y es visita ¿lo recuerdas?
-Es inútil -Objeto ella.
-¿Qué es inútil?
-De todas formas no viviré. Y no me importa. Y aunque tenga una posibilidad no me gustaría. No aguantaría esto para toda la vida.
-Yo quiero que vivas.
Se arrodilló junto a ella y le tomó una mano.
-¿Para qué James?
-Bueno, ya lo sabes. Tendremos hijos, muchos hijos que podrán pasar el día jugando aquí en el jardín. Y por supuesto que les encantaría tener a su madre cerca de ellos.
-¿Y a ti también te gustaría James?
-Por supuesto. Pero el hombre de la familia tiene que salir a trabajar para ellos. No puede quedarse a jugar todo el día.
-Y tú podrías pintar entonces...
-Si y te pintaría a ti junto al árbol. En una bonita mañana...
-¿Y qué mas?
-Pues luego... podremos ir al campo a pasar el Verano. A casa del tío Hermann...
-Me gusta esa casa. Pero no me gusta el tío Hermann
-Es muy severo.
-Me gusta mas la tía Marguerite.
-Si, pero a ellos si  les gustará... Y el tio Hermann tiene el mejor huerto de Naranjas de la región, ya
sabes. Por eso te pondrás bien... así podré enseñarle a los niños el árbol de donde caí y me rompí la clavícula... pero ¿me crees?
-Te creo...
-¿De verdad?
-Si
El enorme Olds Mobile del doctor Raymond se detuvo junto a la acera.
-¿Wanda?
-¿Si?-Solo quiero saber ahora, ¿por qué lo intentaste? ¿Por qué lo deseabas Wanda?
-Solo lo hice y ya. Déjalo así James... por favor. Tampoco lo comprenderías a no ser que...
Se interrumpieron al escuhar el chirrido de la puerta del auto del doctor.
El doctor Raydmond bajó  cargando su maletín y saludó desde la verja, luego abrió y entró.
-¿Cómo estamos hoy? -parecía de buen humor 
Fue una pregunta general. Se refirió a ambos jóvenes y solo el chico contestó. Ella no dijo nada.
-Será mejor ir dentro -dijo el doctor.
El doctor empujó la silla de Wanda y el chico se quedó un poco mas afuera. Mirando hacía el lado donde la carretera se pierde en una curva, rodeando la colina.
Sintió que los ojos le escocían, se los frotó y volvió dentro.

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