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viernes, 30 de octubre de 2020

El extraño caso de George Dedlow


En julio de 1866 The Atlantic Monthly publicaba en su portada “El caso de George Dedlow” Dedlow fue un excombatiente de la guerra civil estadounidense que se vio envuelto en un caso desesperante. El artículo estaba escrito en primera persona. Para 1862 Dedlow narraba que se había enlistado al décimo batallón de voluntarios de Indiana para servir de cirujano ayudante, ya que para entonces había dejado los estudios de medicina a mitad de carrera. Dedlow encontró una magnifica oportunidad para adquirir habilidades valiéndose de las circunstancias y la necesidad de cirujanos que el ejercito demandaba.

En cierto momento el número de heridos aumentó de manera vertiginosa y el hospital entró en crisis, aumentaron las demandas de quinina y las existentes comenzaron a faltar.

Se corría el rumor de que el bando enemigo disponía de ella.

Cierta noche, según relata el artículo, Dedlow se infiltró tras las lineas enemigas para tratar de proveer al hospital móvil de quinina , robarla quizás al enemigo, o algo de corteza. No estoy seguro si en ese momento Dedlow sabía muy bien lo que hacía. La quinina solía usarse por sus propiedades antipiréticas, analgésicas, y antipalúdicas.

Una noche sin luna, propicia, Dedlow partió con la encomienda de no regresar sin la preciada quinina. Logró traspasar las líneas, adentrarse al territorio enemigo y pasar desapercibido de manera furtiva entre patrullas enemigas. Su preocupación para entonces era volver de una pieza. No lo logró. Una patrulla le descubrió, hicieron fuego, los proyectiles dieron en ambos brazos y el hombro, y perdió el conocimiento. Fue rescatado. Su unidad le trasladó a un hospital de Atlanta. Para entonces había vuelto en si. Sentía el traqueteo de la carreta medica. Se encontraba en un estado de estupor, no sabía bien que era lo que sucedía, solo podía ver el cielo negro de aquella noche y sentir el brazo derecho que le punzaba a rabiar. Ardía como si lo tuviese sobre una hornilla. Curiosamente sentía alivio si lo introducía en agua fría. Pero las molestias persistieron durante semanas. El cirujano jefe le propuso amputar el brazo y Dedlow aceptó sin ser aturdido a falta de Éter.

Luego de una licencia de treinta días pidió reincorporarse a la unidad. Le mandaron de vuelta a Tennessee. Pero la suerte de Dedlow era nefasta. Cierto día una unidad enemiga los recibió con una intensa fuerza de metralla cerca del arroyo de Chickamauga. Hubo respuesta de ambos bandos. Fue una lucha encarnizada, sangrienta y llena de odio injustificado. Dedlow fue alcanzado en ambas piernas. Cuándo despertó se encontró a salvo con los fémures hechos polvo. Los cirujanos le examinaron. Se mantuvieron en silencio, departieron entre ellos, fue solo unos instantes. Algunos minutos después regresaron con el instrumental quirúrgico y bajo la sombra de un árbol, el cirujano aplicó un paño impregnado de cloroformo a la nariz del paciente y amputaron ambas piernas, luego cubrieron la carne y el hueso vivo con un colgajo de piel.

Dedlow Sobrevivió a la doble amputación. Volvió en si sientiendo calambres en ambas pantorrillas. Llamó a un enfermero y le pidió que masajeara sus pantorrillas. Desconcertado el enfermero dijo:

-¡Pero usted no tiene piernas! ¿Qué pantorrillas?

Dedlow sentía ambas piernas en su lugar. Inclusive la sensación era tan real que estaba convencido de que realmente las piernas le obedecían a las ordenes del cerebro. Tal hecho le preocupaba. Estaba a punto de perder la cabeza. Aveces creía estar viviendo una pesadilla, de la que desesperaba por despertar. No sabía exactamente en que plano se encontraba.  Mientras tanto el brazo izquierdo continuaba supurando pus y durante su estancia en el insalubre pabellón de recuperación, contrajo gangrena y terminaron por amputarlo, lo que le convirtió en algo mas que una larva “según él refirió”

En 1864 fue trasladado al Hospital de Muñones. Los ordenanzas tenían que vestirle, limpiar sus excreciones, alimentarle, rascarle-

Sin embargo continuaba sintiendo la presencia “el espíritu de sus miembros perdidos” por la noche trataba de alcanzar el orinal. Amodorrado creía bajar una pierna  de la cama, pisaba suelo e iba directo de bruces. Un sargento mutilado que conoció en el mismo hospital le sugirió que debían ser los fantasmas de sus miembros amputados. La prueba fehaciente de la existencia del espíritu humano y trató de invocar sus miembros mediante una sesión de espiritismo.


El artículo publicado por el Atlantic Monthly, surtió efecto entre la gente; donaciones, condolencias, palabras de aliento, y todo tipo de ayuda no se dejó esperar  a la entrada del Hospital de Muñones.

Cierto día el director del lugar se encontró con un grupo de gente bastante numeroso que pedía poder ver a George Dedlow... Dedicarle unas palabras de aliento.


-¿Pero de qué clase de mierda están hablando? -preguntó el director- aquí no hay, ni ha habido nunca un George Dedlow... todo ha sido un cuento, una historia ficticia de ese tipo Silas Weir Mitchell... y esos cabrones del Monthly...


¡Silas el cirujano! Si... el cirujano y escritor. El tipo que acuñó el término: “extremidades fantasmas”

Costó trabajo convencer a las masas que todo aquello había sido un cuento. Un cuento que reflejaba una realidad. Un fenómeno en el comportamiento del cerebro, con el que silas contribuyó a la ciencia para estudios posteriores. 

Sucede simplemente que si se amputa un miembro del cuerpo el cerebro continúa, detectando el miembro faltante y tratando de enviar ordenes y señales en espera de ser correspondidas. El doctor silas puso la primer piedra en tal campo de la neurología. Se dice que si a un hombre le amputan el pene, el sujeto podría continuar sintiendo estímulos. Silas tuvo la capacidad de transmitir el dolor humano de los mutilados de guerra mediante su escritura.Pero sus contribuciones no pararon ahí. Valdría la pena echar una mirada mas completa a la vida de este hombre.


Como refiere una semblanza de su biografía:

Silas escribió una pieza de ficción que combina observaciones médicas precisas y muy importantes con ficción de gran interés histórico”


Para entonces Silas se desempeño como cirujano en un regimiento de soldados durante la guerra civil. Sus tratamientos fueron empleados en el caso de Virginia Woolf y trató algunos problemas de su amigo Whalt Whitman. Sin duda una vida llena de anécdotas interesantes.

A su vez, la gente se negaba a la resignación de la inexistencia del pobre Dedlow

En su momento Silas declaró:


-¡Todo ha sido una historía! Dedlow nunca ha existido. Su nombre proviene de un juego de palabras: Dead y Down... todo ha sido una ídea mía.

 Silas Weir Mitchell (1829-1914)

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