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sábado, 7 de noviembre de 2020

Pródiga madre ilusión.

 

Los conceptos de nación, territorio político y banderas incuban el germen del patriotismo y nacionalismo. No hay peor distancia, que la que se impone mediante este germen. Inclusive una distancia tan amarga, que comparada a cualquier distancia física territorial que separe a los seres humanos estas son nimias.

Y así es como los seres humanos erigen muros, delimitan los territorios, encarcelan e izan banderas, componen himnos... y todo en una tierra y espacio que pertenece a la humanidad.

Los verdaderos obstáculos son aquellos que los mismos hombres nos hemos impuesto. Eliminando estos severos inconvenientes, las distancias físicas son lo menos importante.

Pero el problema no acaba ahí. El bicho del patriotismo se incuba desde edades tempranas, se arraiga en las mentes y uno piensa que se debe a una bandera (a un trozo de tela), a unos códigos humanos particulares tan solo por el hecho de haber nacido ahí como pudimos haber nacido en cualquier otro sitio. Y cuando la nación hace un llamado a “sus hijos” estos riegan su sangre por ideales falsos que no son sometidos al razonamiento. Levantando la mano sobre hombres que podrían ser sus camaradas y compañeros de vida.

El absurdo de toda guerra es una reconciliación con la consecuente perdida de vidas. ¡Señores aquí no ha sucedido nada! Las naciones están en paz.

Pero la brecha que separa a los seres humanos continúa en expansión. Mientras cada uno de los seres humanos necesitemos de una bandera para creer que somos parte de algo. Para aliviar esa necesidad de cobijo, esa ilusión de protección que la madre patria nos prodiga.

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