De transformaciones Poema VII
De la ciudad he venido a vivir aquí en soledad.
Yo era de los que día con día vivía afligido.
Atrás he dejado todo. Vivo en una cabaña cubierta de
flores.
Mis días discurren apacibles.
Con el tiempo he aprendido a dejar las aflicciones atrás.
Solo son como el viento que mece flores y árboles.
Inconstante y cambiante.
¿Quién ha dicho que existe la muerte?
Alguna vez hubo alguien que en sus pasados eventos
me amó. Y yo aún en transición amo.
Pero ineludible su transformación sucedió.
Ahora, salvo yo mismo, nadie sabe que aún vivo.
He venido a este lugar difícil de encontrar;
Donde deberá suceder mi transformación.
De transformaciones Poema IV
Al alba salgo a lavar mi pelo.
Recojo un haz de leña
Y a la puerta de mi cabaña encuentro
a un forastero cómodamente sentado junto a la estatua del Buda.
Hace tiempo que mi contacto con los hombres es nulo,
por lo que le acojo con todas mis atenciones y le invito
a compartir mi almuerzo.
Mientras comemos me da noticias.
Y pregunta por el tiempo que llevo en estos bosques.
Me confía sus cuitas:
Atrás a dejado sepulto el cuerpo de su mujer con su hijo en vientre.
Ahora como yo, ha venido a estos bosques a llevar una vida de olvido y calma.
Convida conmigo su vino que ha traído de la ciudad ; bebemos.
El vino disipa un poco su pena.
En el bosque se puede estar en calma, le digo.
Y hospitalario le destino un lugar para pasar la noche.
Amigos nos estrechamos la mano.
Lava tu cabeza todos los días en el río, le aconsejo:
Porque el río fluye y arrastra la pena.
Es de rápido entender.
Agradecido me obsequia el vino que aún queda:
Promete regresar para la siguiente primavera y al alba le veo partir.
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