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miércoles, 16 de octubre de 2024

Iván Ilich


El de la portada del libro no es Iván Ilich. Es “La muerte de Chatterton” que se suicidó luego de romper sus escritos tomando una dosis de Arsénico. Pintura de Henri Wallis. 

Hace tiempo que vengo observando y estudiando el comportamiento humano. En el supermercado, en la universidad, en los sitios públicos. En las conversaciones privadas que suelen llegar a mi en lugares abiertos. Y reflexiono y exclamo ¡Nadie conoce su situación!: Van por ahí como cegados por el velo de la rutina y la costumbre. 

Un par de días atrás estuve leyendo “La muerte de Iván Ilich” de Tolstoi. Feliz coincidencia. Me permite confrontar la idea que vengo manejando sobre la conciencia para el desarrollo de la consciencia de la muerte. Para mi un tratamiento fiel y magistral a la lucha de la idea de la muerte en un hombre cegado por el hábito y la rutina. Quizás lo mejor literariamente hablando que he leído hasta ahorita sobre el tema. 

He pasado estos últimos meses meditando sobre el objeto de la muerte. Hace unas tres noches, sin recordar haber estado soñando algo. Desperté sobresaltado con latidos irregulares. Fue una experiencia interesante. Al tiempo que habría los ojos de manera súbita me dije: ¡Voy a morir! ¿De qué manera iré a morir? ¿Cuándo moriré? Acto seguido un tumulto de pensamientos y recuerdos se agolparon a mi mente. Y no eran pensamientos desagradables específicamente. Me atrevería a calificarlos de esclarecedores y bellos. Fue un momento ambivalente. Maravilloso y terrorífico. Pero de ausencia de egoísmo. Era simplemente como haber encarado el momento de mi muerte por unos segundos. Al día siguiente estuve todo el día en un estado de dulce melancolía pero inmerso en una sensación de libertad. 

No se si de alguna manera habrá influido: Previa a esta experiencia, días atrás, estuve realizando un ejercicio de meditación donde visualizaba mi proceso de muerte. Es decir desde el momento (una tarde) en que me sobrevenía una muerte fulminante. Me observé a mi mismo muerto y todo el proceso hasta el momento de la incineración. Por razones prácticas me decanté por incineración. De lo contrario tendría que haberme visualizado en estado de putrefacción. Fue un ejercicio atendiendo a mis sensaciones. 

Y pienso en esa gente que veo a diario. Todos van por ahí convencidos de que algún día morirán. Pero racionalizado. No interiorizado. Porque en el fondo se niegan a ver que llevan la muerte bajo la piel. Que duermen con la muerte, que conviven a diario con la muerte, con las transformaciones. Están convencidos de que están lejanos a que les suceda la muerte, a ellos o a cualquiera de los suyos. Cuando la muerte puede suceder en cualquier instante. No aceptan la muerte. Quién no acepta la muerte tampoco vive. Y no hace mas que mirar de lado. 


Estos son algunos fragmentos de “La muerte de Iván Ilich” que me gustaría destacar.


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Fragmento de “La muerte de Ivan Ilich, Por Tolstoi”


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Fragmento de “La muerte de Iván Ilich” por Tolstoi



En el relato de Tolstoi al final Iván Ilich muere. Muere en un estado de rencor. En un estado agitado. En un intento desesperado de aferramiento por asir lo imposible. La vida. Negando la muerte. Desesperado. Un estado de desdicha. 

Y considero que así como pasó a Iván Ilich. Uno de los peores estados es el de evadir la inminencia de la muerte hasta el día que ella misma descorre el velo de la costumbre. Disuelve la ilusión. Muestra de manera súbita la realidad. Y nos aísla de ese entramado. De esa estructura social en la que consciente o inconscientemente buena parte de la gente corre a ocultarse.

Quiero además destacar la manera en la que Tolstoi y Dostoyevsky realizaron un enfrentamiento por las facetas mas crudas y directas de la vida. En lo personal ambos autores me fascinan. Hubo un tiempo en que consumí demasiado de Dostoyevsky. Ahora tengo tiempo que lo he dejado de lado. Era un tipo atormentado. Con su lectura el centro de mi, termina revuelto. Tolstoi también lo era. Pero Dostoyevsky era realmente un Vórtice. Y mi corazón lo que busca es la paz. No quiero decir con esto que pretenda mirar hacía otro lado. Pero de momento algo de mi se niega a retomar a Dostoyevsky. Quizás porque las obras de estos dos escritores son la radiografía más cruda que he encontrado del ser humano. Se puede sentir la hipocresía y la maldad en sus personajes que contrasta con el otro aspecto:  La bondad y la ingenuidad. Aveces con el arrepentimiento.  (Lease "El idiota").

 Los genios de la literatura descarnada.  





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