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martes, 4 de septiembre de 2018

Insomne



Insomne





Estoy de pie en medio de la carretera con una mujer. Lleva un vestido de percal, blanco y vaporoso y hace mucho calor. Comienzo a sentir sofoco. Algo hay entre nosotros pero no estoy seguro que sea atracción sexual. No hablamos. Miro al rededor y solo veo los espejismos del desierto. Cierro los ojos y me limpio el sudor con la manga de la camisa. Cuando los abro de nueva cuenta la mujer ya no está a mi lado, le veo, pero muy lejos en el horizonte. Trato de llegar hasta ella pero cuanto mas avanzo mas se aleja. Es inútil. A cada zancada se aleja lo doble de distancia. Desisto y caigo de rodillas frustrado. Antes de sentir el golpe despierto algo agitado. Siempre es así. Es la cuarta ocasión que sueño lo mismo en el mes. Ha sido un Verano muy pesado para mí, el divorcio, demasiada ira y ansiedad e insomnio. Me cuesta mucho autocontrolarme, por eso vine aquí. Pretendo dejar las pastillas.
Me hospedo una temporada en la propiedad de un lugareño que aceptó alquilarme una habitación independiente de su casa. Es bastante rústica, construida de madera y techo a una agua por estar adosada al muro lateral de la casa principal. ¡Ya voy para un mes! El único inconveniente es que hay que cagar en una letrina que hiede demencial, asqueroso. ¡Y la orilla del agujero es de madera de abeto!
Manolo tiene como cincuenta y tantos años, vive con su esposa y dos hijas que están maravillosas, Paula y María de 23 y 27 años. Aveces las espío cuando se bañan. << Las dulces corderitas  acechadas por el lobo feroz>>
Son bastante tímidas, y de tener mas tiempo a solas seguramente habríamos dado un paso mas, solo que su madre no les quita el ojo de encima. Se nota que son todas unas hembras con una actividad hormonal a punto de hacer saltar la tapa. Pero ahí las mujeres deben ser sumisas. Paula desea vivir en la ciudad. Pude escucharle el otro día.
Nuestra comunicación se limita a unas cuantas palabras de negación o asentimiento y ha miradas furtivas y veloces.
Me concentro en volver a dormir pero no puedo. Consulto el reloj. Es la una y cuarto de la mañana.
La hora perfecta para pescar Lobinas. Voy por la caña y los anzuelos y salgo de la casa. A esa hora es cuando las lobinas que durante el día huyen del calor se arriman a zonas poco profundas para buscar alimento. Son como yo. Mas activas de noche.
Manolo y su familia están durmiendo. Me alejo de la casa sin hacer ruido. El perro se despierta pero me conoce, mueve el rabo, le llevo conmigo. Llego al lago. Me gusta pescar desde el embarcadero pero es el sitio mas común y predilecto de los principiantes. Un par de sujetos están pescando ahí con anzuelo y caña, parecen dos campistas. Es muy común encontrarse por la noche tipos pescando con tarraya. Aprovechan las tinieblas para hacerlo furtivamente, cuando la vigilancia es casi nula. Elijo un buen sitio de la orilla con el agua un poco mas arriba de las rodillas y lanzo un señuelo Jig. El perro no se arrima al agua. Permanece olisqueando los árboles y hurgando por ahí. Es un perro de una sangre muy noble de padre coyote y madre perro, durísimo, serpientero, con una enorme cicatriz en el cuero justo detrás de la base del cráneo. No tiene nombre. Simplemente llegó un buen día y nunca se fue. Nunca nadie le llama de una manera en especial. Es un animal un tanto extraño y aveces solitario. Sus ojos brillan de manera singular en las noches de Luna, como si una energía extraterrena, o el espíritu del bosque estuviese arraigado en él. Una vez se marchó durante un mes completo. Nadie le volvió a ver y todos pensaron que lo habían destrozado los coyotes. Regresó a la quinta semana. Si lo pensamos mejor quizás no tenga nombre por el simple hecho de que no hay manera posible de nombrarle. Es simplemente “perro”.
Estuve intentando mas o menos por una hora. Saco el anzuelo y veo que picó una. Es pequeña, subdesarrollada. La desengancho del Sedal y la regreso al agua. Vuelvo a intentar. Al fin pica una de unos dos kilos, bastante para mí. Extraigo una hoja de banano de mi morral la envuelvo y la guardo dentro. La próxima es como de un kilo y medio. Corro con suerte. Una media hora mas tarde Pica algo. Me da trabajo. Es un animal no muy pequeño pero tampoco muy grande. Tengo que ir mas al fondo por cuestión de comodidad. El agua me llega mas arriba de las rodillas. Esta templada. Agradable. Pero mas tarde se logrará poner un poco mas fría. No quiero ir mas allá, lo que menos quiero en zambullirme por completo, me basta con el pantalón y las botas para agua mojadas. ¡Que dura la vida del pescador! El animal tira fuerte pero no demasiado, el sedal es muy resistente halo con fuerza. Miro al fin un espécimen gordo. Mientras halo paulatinamente voy retrocediendo a la orilla. El pez deja de luchar. Cuando al fin lo tengo fuera sobre la orilla, el perro se arrima a olisquear. Es una carpa de unos tres kilogramos mas o menos. ¡Una pieza excelente! Me considero muy afortunado. La envuelvo también y mientras lo hago miro que han comenzado a formarse nubes. Me reviso en busca de sanguijuelas. Se deja ver un destello al otro lado del lago. Recojo mis cosas y emprendo el camino con el perro. La casa solamente se encuentra a unos cuatrocientos metros sobre un declive. Le obsequiaré los pescados a Manolo seguramente.
En la propiedad todo continúa en silencio. Doy algunas vueltas. Aún no puedo conciliar el sueño. Leo “La Montaña Mágica” de Thomas Mann a la luz de la bombilla. Avanzo unas dos paginas sin poner atención. Escucho un trueno. Y me quedo mirando al techo. Apago la bombilla. La luz de los relámpagos se vuelve mas intensa. En cuanto mis ojos se habitúan a la oscuridad, los destellos me obligan a cerrar los párpados. Poco después se suelta un verdadero vendaval vientos fortísimos. Todo aquello parece siniestro, desolado. La copa de los pinos se dobla. Yo vuelvo a la cama. Abro la boca y trato de no pensar. Consulto el reloj. Las tres quince de la mañana. Vuelvo a mi lecho... no pensar, no pensar... me concentré en las figuras que se forman tras mis parpados. y al fin creo que debí quedarme dormido. 

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