La
conjura de los necios
La
de la imagen es la estatua de Ignatius J. Reilly, el protagonista de
la novela
“La
conjura de los necios” de John Kennedy Toole.
Se
encuentra fuera del hotel Hyatt en el 800 de Iberville St, del lado
principal en Canal St, en lo que hace algunos años era el Chateau
Bourbon en el barrio Frances de Nueva Orleans, USA.
Se
dice que gran parte del contenido de la novela corresponde a datos
autobiográficos del autor, naturalmente, adaptados y condimentados
al estilo literario irónico y satírico. Por supuesto es una novela
que divierte, pero sucede que tras el telón encontramos una cantidad
ingente de sufrimiento. Es un denominador común en la literatura y
la vida, ya que después de todo la literatura es un reflejo de esta.
Puedo mencionar muchísimos casos.
Ahora
recuerdo un Prólogo bastante significativo, de la novela “La vida
inútil de Pito Pérez” del escritor Méxicano José Rubén Romero
este dice así, aquí va un fragmento;
“Será bueno dejar asentadas en el papel antes de que la muerte que llevo en el alma descienda a mi mano, algunas travesurillas de Pito Pérez. Tal vez no sean del todo regocijadas, porque la miseria no engendra alegrías y la risa de los pobres, cuando de tarde en tarde se ríen, parece mueca de dolor...”
Hay
una cantidad de razones particulares por las que un escritor hace lo
que hace. Muchos lo hacen por vivir esas vidas que no han podido
vivir, lo cual es lo mismo que escribir para abstraerse de su
realidad, para tener una válvula de escape. Otros para explorar y
entender la vida. Otros porque su vida es demasiado intensa y tienen
el impulso de contar sobre las cosas que pasan por ahí...
De
cualquier modo, el artista es un ser que sufre. Y sus personajes
son seres que caminan en el filo del acantilado, que moran en los
extremos mas peligrosos de la vida, prestos a precipitarse a la
tragedia. A un paso de las cárceles, y los hospitales y los
manicomios. Hasta ahora no me encontrado una sola historia literaria
donde los personajes salgan de este patrón.
En
toda expresión artística sincera, hay un espíritu que grita. Un
pasado mas o menos atribulado, una necesidad de alivio y
justificación.
Se
cuenta que Kennedy Toole, reflejó parte de su vida personal en esta
novela, que desde cierta manera, si se quiere ver así, fue la
culpable, directa o indirecta, de su muerte.
Ignatius
Realli es un hombre de treinta y tantos años que vive con su madre,
y navega a contra corriente. Un ser nacido a destiempo, inadaptado,
neurótico e incomprendido, convencido de que el mundo es el que
marcha mal. Que se esta viviendo una época en que los valores
humanos, las buenas costumbres, el concepto de hombre libre están al
colmo de su deterioro. Y sueña con legarle al mundo su mira
particular de concebir las cosas... En pocas palabras fantasea con un
cambio. ¡Igantius Realli no va en contra de la sociedad, la sociedad
va en contra de él!
No
digo mas, la novela es una sorpresa y no quiero ser el “el infame”
que les robe la experiencia reveladora”
Solo
quiero decir que fue una novela incomprendida en su momento, y que
sufrió una negativa por parte de los editores al ser publicada. Se
cuenta que esa situación desencadenó una crisis depresiva
fuertísima en el autor, que lo llevó a perder el control de la
bebida y finalmente a quitarse la vida conectando una manguera del
tubo de escape de su auto al interior de la cabina y encerrándose
dentro.
Algún
tiempo después la novela fue publicada y debidamente reconocida a
instancias de su madre.
Situación
bastante frecuente con los grandes, mientras que las librerías están
atestadas de enanos y mediocres.
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