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jueves, 25 de abril de 2019

HUEVOS DE SERPIENTE



—Lo que mas me gusta es la vista —dijo ella.
El chico asintió con un “Aja” apenas audible antes de hablar. Al fin dijo:
—Es bastante buena. Se puede ver todo.
Estaban sentados sobre una roca junto al despeñadero y contemplaban la ciudad y el cielo en esa
noche de Verano. La chica razonó acerca de ese “ver todo” ella sabía que él quería ver todo y ese
todo era lo mas emocionante.
Entonces él trató de besarle. Ella le ofreció los labios y recostada dejó que metiera mano un
poco.
—Muéstrame mas ¿Quieres?
Ella lo pensó unos instantes. De todas formas no había peligro de que los observaran y se subió
la blusa. No llevaba sostén. Y él acarició con mucho cuidado, como un par de pompas de cristal
muy frágil.
La noche estaba bastante cálida y la ciudad viva. A él le gustaba ese tatuaje especie de sol que
nacía desde su pubis y terminaba circundando su ombligo. Ella permitía que lo mirara siempre
que quisiera.—¿Te ha dolido? —solía preguntar
—¡NO PARA NADA! —contestaba ella— Bueno solo un poco al principio. Si miras la aguja
terminas por sugestionarte y el dolor es peor. Si lo ignoras después es fácil —decía
Pero en ese momento el acariciaba otro sol.
—Hueles fenomenal —dijo el chico.
—Uchh... —exclamó ella.
—¿Qué sucede? ¿Te he hecho daño?
—No es nada.
—¿Te gusta?
—Aja...
—Si quieres podemos ir dentro. —sugirió el chico.
—No, me gusta mas estar aquí.
El chico había montado la tienda para dos y había encendido un fuego para iluminarse. Ella
levantó la cabeza y apartó la mano del chico de entre sus muslos. La muchacha se reincorporó, se
bajó la blusa y siguió viendo las luces allá abajo.
—Es bastante romántico ¿No crees? Dan ganas de estar así.
—¿Te sabes alguna poesía? —preguntó él.
—No es necesario. ¡ESTO ES UNA POESIA! —recalcó ella.
El no contestó, pero no lo necesitaba. Ambos sentían sus cuerpos conjugados.
Entonces el chico se levantó y entró a la tienda. Hurgó un poco en las bolsas de la maleta y sacó
una pipa y un paquete de Mariguana del que quitó las ligas. Cargó la pipa, encendió y pegó una
fuerte calada.
—Dame un poco —dijo ella
El chico dio otra calada y se la pasó. Aguantó el humo lo mas que pudo y exhalo.
—No está tan mal —dijo él.
—Es buena —contestó la chica, soltando el humo— realmente es buena.
Aspiró una vez mas y se la pasó al chico.
—Vaya, es buena pero suave. No se siente el efecto de inmediato.
—Eso es lo mas emocionante. Dame un poco mas.
Le devolvió la pipa al chico. Ella se levantó y abrió el maletero del auto. Sacó un par de cervezas
de la hielera.
Fumaron un poco mas y bebieron cerveza en silencio.
La chica sonreía.
—¿Lis? ¿Cómo crees que será?
—¿Cómo será que?
—Quiero decir, lo nuestro, lo nuestro, quiero decir... yo.
—No se. ¿Lo nuestro? Bien. Nos queremos.
El chico le pasó la pipa. Ella dio otra jalada y dijo;
—Es suficiente para mí
—Para mí también —dijo el chico.
—oye, no es necesario que...
—No, de verdad. No quiero colocada completa ahora.
Eran las diez de la noche y se entretuvieron escuchando los grillos.
—Así deberíamos estar siempre. No deberíamos volver.
—No volvamos —dijo él— Al diablo con todos.
—Si, pero comenzarían a buscarnos, y podrían meterte a la militarizada.
—¿Y qué? A ti no pueden hacerte... tocarte.
—deberíamos ser libres para hacer lo que quisiéramos.
—¿Como que?
—como venirnos a vivir aquí por ejemplo.
Ella se recostó sobre las piernas del muchacho y bebieron mas cerveza.
—¿Y que comeríamos? —preguntó ella.
—Insectos, serpientes... podríamos beber liquido de los cactos. Tomar energía del sol.
—Y alguna vez bajar a la ciudad.
45—Solo cuando sea estrictamente necesario. Aunque no veo para que. Podemos muy bien estar
aquí y formar una familia.
—¡NO QUIERO HIJOS MACK...! Mack de verdad. ¡Debes prometérmelo! —dijo la chica
incorporándose y mirándole a los ojos con expresión grave.
—Lo se. Lo siento, lo había olvidado.
—No entiendo como puedes olvidar lo que te digo.
—No lo se. Simplemente lo olvido y ya.
—pero ¿me amas? ¿Me seguirás amando aunque no quiera tener hijos?
—¿Qué clase de pregunta es esa?
—Una pregunta. Si piensas que es ridícula no lo es...
—No digo que sea ridícula, tan solo extraña.
Entonces la chica cerró los ojos.
—¿Lisa...?
—¿Humm...?
—Estas dormida.
—No, solo estoy soñando. Sueño a menudo. Basta con cerrar los ojos y puedo soñar.
—Yo puedo soñar.
—Imposible.
—No Lisa, es verdad, yo puedo soñar despierto. ¿Con qué soñabas ahora?
—Bueno, siempre he querido tener una piscina.
—¿Crees que podamos tener una? —preguntó el chico.
—Bueno, tal vez sí... Creó que debo ir a orinar.
—No te alejes mucho.
Fue detrás de una roca, casi junto al auto. El chico encendió un cigarrillo y se tumbó de espaldas
viendo el cielo estrellado. Realmente no sabría si volvería a vivir aquella experiencia. En eso
escuchó un grito.
—¿Lisa...? ¿Qué sucede?
El chico fue tras la roca deprisa. Ella estaba con las manos en la boca como si quisiera ahogar el
grito. Le quitó la linterna. El chico miró el piso y vio un nido de huevos aplastados sobre arena
húmeda.
—Son huevos —dijo él.
Dos de ellos estaban sanos aún. El tomó uno entre los dedos.
—Ten cuidado —dijo ella— ¿serán de una ave?
—No lo creo. Deben ser de serpiente. Hay muchas en esta zona.
Ella comenzó a llorar.
—No fue tu culpa. Estaban ahí y no los viste, eso fue todo. Son cosas que pasan.
El muchacho volvió a colocar el huevo donde estaba y entraron a la tienda. La chica se estaba
frotando los ojos aún. El chico apagó la linterna y se acomodó en su sitio.
Era la una de la mañana. La chica se asomó por la abertura. Las luces abajo seguían titilando.
Mañana estarían de vuelta allá abajo y todo sería como siempre. Deprimente, enfermizo y
mezquino. Le entraron ganas de no volver, no volver jamas allá con los otros.
Entonces miró hacía adentro; él dormía. Lo observó, el dormía. Puso la mano sobre su sexo y le dijo al oído, sacudiéndolo suavemente.
—Mack ¿estas despierto? Mack.
El chico despertó, la miró, sintió su mano y la atrajo hacía su cuerpo.
—Quiero hacerlo Mack

—¡Oh Lisa! —exclamó— ven aquí pequeña, ven aquí...
Le atrajo hacía su cuerpo e hicieron el amor.

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