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jueves, 19 de julio de 2018

¿Dónde está atado el perro?




¿Dónde está atado el perro?

Escucho la segunda de Sibelius. Voy justo en el momento donde se produce un solo de Oboe de un Scherzo muy enérgico. Subo el volumen un poco. Cierro los ojos, respiro.
Me mantengo alerta, mi sentido de la percepción afinado. Cuando el Oboe termina, la intensidad asciende. Entran los tambores in crescendo y retumban en los cristales. Luego todo es calma.
Me encanta esta parte. Es agresiva y me da cierta sensación de majestuosidad. Me sugiere vagamente algo grande.
Justo cuando llego al tercer movimiento detengo el aparato, me quedo en silencio con la luz apagada.
Me asomo por la ventana al patio de la casa vecina. Busco al perro con la mirada. Lleva todo el día encadenado ahí. Desde la mañana. No soporto sus lamentos. Rita no quiere que llame a la policía porque teme que envenenen a la gata.
Hay luz en el living y el hombre y la mujer parecen estar bebiendo con otros. También hay un par de autos descapotables afuera pero no veo al perro. Es un labrador negro y no puedo distinguirle. Ha estado ladrando y lamentándose toda la tarde.
Momentos antes había estado en el salón con Rita y dije,
¿Lo ves? Ni siquiera le han dado de beber.
Rita movió la cabeza. Hojeaba una revista y tenía encendida la tele con el volumen al mínimo.
Si no hago algo me volveré loco, dije — te lo juro que me volveré loco.
Pero Rita no contestó, parecía muy interesada en aquella revista y en acariciar a la gata con la mano desocupada.
Hacía como si no le importara pero yo estaba seguro de lo contrario.
Volví a la habitación. Los lamentos del perro continuaban, cerré la ventana pero no obtuve gran resultado. Fue entonces cuando puse la segunda de Sibelius.
Tras las cortinas distingo las formas, uno, dos, tres... parecían cinco o seis gentes y el agujero en el vidrio que da al lateral del jardín. Por ahí se podían escuchar las risas.
El agujero por su parte tiene una historia algo peculiar. Discutían. No sé sobre que discutían pero había gritos. Creo que fue antes de que tuvieran al perro. El hombre arrojó una estatuilla de Napoleón Bonaparte y salió disparada al jardín a través del cristal. Al poco se besaban en el patio trasero. El la sostenía a ella contra el muro, de pie, a horcajadas, con las piernas abiertas y se besaban. Solamente se besaban, no hacían otra cosa, como si no hubiese sucedido nada. La estatuilla duró algo de dos semanas en el jardín pero el vidrio ya estaba para unos seis meses.

Continúo mirando tras la ventana.
En eso un hombre sale. Enciende un cigarrillo a duras penas y comienza a andar por ahí formando eses. Esta como una cuba. Cuido que no me vea. El hombre se aproxima a la casa del perro y le escucho ladrar. El hombre se detiene y manotea un poco. Da una última jalada al cigarrillo y arroja la colilla a nuestro jardín, se baja el zipper y orina junto a la canaleta de chapa del tejado... ni siquiera se la sacude.
Dentro alguien pone a funcionar el estéreo a todo volumen. Las vibraciones se sienten en mi cristal. ¿Por que nadie llama a la policía? Me pregunto. Y también pienso que nosotros tendríamos que llamar a la policía pero el temor nos inhibe como a los demás.
Bajo a la sala de estar, pero Rita ya no esta ahí. Voy a la cocina y me preparo un té y enciendo un cigarrillo pero no tengo ningún apetito de fumar. La gata come su cena. Me mira al entrar, para de comer, me mira de fijo, circunspecta, luego continua comiendo.
Escucho otra vez esa música y me pregunto ¿qué clase de gente puede escuchar semejante basura?
Apago el cigarrillo y salgo al patio trasero. El ruido es mas intenso. El perro ladra pero no parecen advertirlo. Entonces tuve la idea. Regreso a la cocina y saco de la nevera cinco chuletas que sobraron de la cena y un paquete de galletas Ritz. Regreso al patio, miro hacía aquella casa, acto seguido cruzo agachado la tabla desclavada de la cerca y me aproximo al perro. Es dócil. Al principio ladra, le arrojo algo de carne, la olisquea, me mira con sus ojos vidriosos y se la devora, le arrojo mas. Devora como desesperado. Y noto que aquello me da un gusto. Adentro suenan unas carcajadas. Al fin le arrojo el resto de las chuletas y las galletas y regreso a casa. La gata ha salido de la cocina. No me molesto en averiguar a donde.

Rita esta leyendo un libro en la cama.
¿Has salido? —pregunta
¿por qué?
Te he visto salir.
Tengo el impulso de contestarle con acritud pero me contengo. Quiero evitar una escena. Así que le digo.
Han arrojado un cigarrillo encendido a nuestro césped.
Esas gentes tienen armas ¿lo sabes?
No contesto. Me mantengo callado.
¿Me atiendes? ¿escuchaste lo que..?
Si —dije
No podemos hacer nada...
dije que esta bien.
¿qué te sucede?
nada
te pones como si fuese mi culpa...
no es tu culpa —digo— no hagas una escena por favor.
yo no hago una escena... la escena la haces tu con tu actitud...yo no..
¡No entiendes, no entiendes nada! —digo y salgo de la habitación con la intención de dormir en el sofá pero no tengo sueño. Voy a la cocina y abro una botella de vino, para beber en el living. Trato de no maldecir mi suerte. No serviría de nada. Realmente ni siquiera tiene importancia. Me acabo poco mas de un cuarto de botella y vuelvo a la cocina. Lavo la copa y me deshago del vino restante. Así estoy un momento. De pronto se escucha un sonido de cristales, pareciera como si discutieran, apago la luz y miro. Parece todo en calma pero el perro ladra desaforado. Luego la música comienza nuevamente. Vuelvo al salón. Es una noche calurosa, así que abro un poco la ventana frontal y disfruto el viento refrescante de la noche y parecerá curioso pero en ese momento pienso en si algún día se descubrirá vida en otro planeta. Hace tiempo leí en una revista que los científicos hablan de planetas muy similares a la tierra. ¿Qué sucederá entonces cuando llegue ese día? Y también leí o creo haber leído que ahí fuera hay vacíos inmensos.
Apago la lampara y trato de dormir, puedo escuchar el ruido de los grillos. Es entonces cuando me levanto y miro el teléfono.
Cuando vuelvo a la habitación Rita no esta en la cama. Me pongo el pijama y me meto en las sabanas. Poco después escucho el ruido del retrete.
¿Así que has vuelto?
Cuando me meto a las Sabanas la gata salta al piso y se esfuma por la puerta abierta.
También es mi cama —dije
Ella no dijo nada.
Cuando entro a las sabanas yo traté de besarle a modo de reconciliación. Ella dejó que le besara, luego le acaricié los senos pero dijo.
No creo que se buena idea... he estado sangrando.
No quise insistir. Agradecido.
Apagué la luz. Rita no tardó en quedarse dormida mirando hacia su lado pero yo seguía sin poder dormir. Bajo a la cocina a prepararme un emparedado pero tomo el teléfono adosado a la pared y marco.
Lo siguiente es que:
Me encuentro delante de un emparedado doble de jamón con aceituna y un vaso de leche cuando veo las luces azules y rojas. Mis luces están apagadas. Hay destellos de actividad eléctrica en el cielo y me hieren las pupilas. Uno de los oficiales llega al vestíbulo y toca, el otro espera al pie de las escaleras junto al buzón. Dejan las luces encendidas y siento una sensación acogedora. El tipo abre. El otro oficial se aproxima, mira a un costado de la casa hasta donde esta el perro. Le reconozco el tipo viste una chaqueta de cuero. Asiente. Muestra un papeleo. No parece borracho. Entonces los otros, cuatro hombres y tres mujeres salen de la casa. Parecen muy bebidos para conducir. Discutieron mucho rato. Una de las mujeres parece menos bebida, vuelve dentro, el oficial espera. La mujer del tipo de la chaqueta suelta al perro y va dentro de la casa con el. Observo toda la escena. Finalmente los oficiales suben a la patrulla y se alejan. Al poco rato un taxi se detiene al bordillo y suben tres hombres y una mujer. Los restantes suben a uno de los autos, la que parece menos bebida se pone al volante y se esfuman de ahí.
El tipo de la chaqueta se queda ahí mirando. Sostiene un cigarrillo entre los labios, mira fijamente hacia la persiana de nuestra cocina, como si sus ojos tuviesen la facilidad de mirar a través de los obstáculos, me estremezco un poco pero pienso —¡no puede ni mirarme! …—Repito— ¡no puede ni mirarme!  Y hubo otro destello de luz tras las nubes.

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