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sábado, 7 de julio de 2018

Otros tiempos y el presente de la literatura.




Otros tiempos y el presente de la literatura
(Opinión)



Revisando mis archivos personales, me encontré con un artículo titulado “Leñero: Cómo aprendí a escribir” de la edición Número 131 2015 de la Revista de la Universidad de México, dedicado al escritor Méxicano Vicente Leñero Otero (Jalisco, Guadalajara, 9 de Junio de 1933 – Ciudad de México, 3 de Diciembre de 2014)

Vicente Leñero
Lo que ahí se narra es la manera en que el escritor se vio inmiscuido en el mundo literario. Sus primeras experiencias, sus penurias, la euforia de sus primeros éxitos, al tiempo que lidiaba entre dos polos; una pasión autentica, el periodismo, la literatura y los estudios de una profesión totalmente opuesta (Ingeniería Civil).

Aquellos eran los tiempos en que aún vivían todos esos grandes perros de la literatura Méxicana del Siglo XX: Juan Rulfo, Juan José Arreola, Ocatavio Paz, Ibarguengoitia...
Leñero cuenta como luego de un concurso y después de ser rechazado por su ídolo literario, Juan Rulfo, conoció al celebre Juan José Arreola. Y como este le invita a un taller que el escritor dirigía en su domicilio familiar. Es ahí donde establece vínculo con otro grupo de jóvenes pertenecientes a una generación bastante potente y con mucho fuego, él cita a:
Luis Antonio Camargo, Eduardo Lizalde, Homero Aridjis, Miguel González Avelar...
Beatriz Espejo, José de la Colina, José Emilio Pacheco, Fernando del Paso, Juan Martínez... y como él se refiere: “Allí aprendimos a escribir a fuerzas de escribir.”

Arreola se convirtió para él en una especie de padrino literario, a lo cual me permitiré llamarlo “correr con suerte” y eso que no creo en la suerte.
No es precisamente “la suerte” eran los tiempos, las épocas en que estaban todo ellos, y había grandes escritores con una generosidad inmensa.

Eran generaciones donde aún los jóvenes arriesgaban, se sentían comprometidos de verdad y se enfrentaban a sus miedos.
Posteriormente Leñero tuvo la oportunidad de redimirse, pues impartió talleres donde hablaba del oficio, impulsaba a nuevos escritores y apadrinaba. Para un escritor novicio eso es algo magnífico, no necesario, pero si magnífico y de una ayuda incalculable al tiempo de publicar. Lo triste del asunto es que todos aquellos buenos escritores ya están muertos, y los que quedan se están muriendo.

Actualmente está sucediendo un fenómeno bastante preocupante, cada vez hay menos buenos escritores, y por supuesto, los buenos lectores también declinan en progresión geométrica. Estamos viviendo una generación simplona, superficial y frívola que apuesta por el entretenimiento instantáneo y las lecturitas light y ramplonas (no confundir con la brevedad); con necesidad de factores externos para asesinar su tiempo, y el alejamiento del pensamiento y la creatividad.
Se esta viviendo un deterioro en calidad literaria a nivel mundial, con un crecimiento de pseudo escritores que elaboran mamotretos descomunales de escritura vergonzosa y que les llaman novelas.
Y tomados de la mano, un aumento de académicos que juzgan la obra de escritores sin saber escribir.
Escritores que elaboran carne fresca para el negocio de las editoriales. De por sí las editoriales siempre han tenido fama de ser lucrativas, pues ahora lo son mas que antes ya que no valoran los trabajos de calidad. Al contrario, apuestan por esos mamotretos extensos y mortalmente aburridos por fines meramente pecuniarios. Material de lectura para lectores sin discernimiento literario y que reporte ganancias descomunales. ¡Esa es la consigna!                                                                

La suerte de la publicación de un libro esta echada al análisis estadístico y económico. Los tipos son unos quincalleros auténticos, y aunque sepan que el manuscrito es una infamia total, prefieren publicarlo si representa mayor ganancia para la compañía. Todo lo anterior genera un panorama bastante difícil a la hora de que un escritor decide publicar un buen libro y ser reconocido.

Pero regresando al tema de lo “Light”
No me siento tentado a culpar a la Internet de esta problemática, si no mas bien, a la manera, y al uso que le damos a este y a tecnologías como WhatsApp, Facebook, Instagram, Twitter... Las tecnologías ahí están, el ¿que hacemos de ellas? es un asunto particular de cada quién.
Personalmente no soy enemigo de la tecnología (no podría, pertenezco a esta generación); Internet tiene tanta podredumbre como tesoros ocultos, y eso le convierte en algo fascinante. Ademas de que promueve la comunicación entre los hombres.
También pienso que un factor clave es nuestra obsesión por el dinero y el bombardeo comercial. Nuestra forma de vida rápida y una obcecación monstruosa por las horas laborales en detrimento de las horas de esparcimiento.

Es nuestra manera de vivir la que nos esta convirtiendo en sujetos amantes de lo superficial y ligero. Y que son un impedimento para conseguir lo mas importante en un hombre; “El conócete a ti mismo” las horas de soledad, en las que podemos llevar acabo un proceso introspectivo y enfrentarnos con nuestros pensamientos, pasiones y temores. Si estamos tan ocupados; ¿A qué hora amamos? ¿A qué hora pensamos? ¿A qué hora nos autoconocemos y nos convertimos en hombres libres?

Por desgracia, la literatura no es el único medio de expresión humana que se está viendo afectado. Al paso que vamos, pronto no seremos mas que robotitos de cuerda, o se harán realidad las sociedades ficticias que se describen en, Un Mundo feliz, o Fahrenheit 451.
Esta es mi opinión, no la verdad, la verdad corresponde buscarla a cada uno de nosotros.

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