¿Dónde está atado el perro?
Escucho la segunda de Sibelius. Voy justo en el momento
donde se produce un solo de Oboe de un Scherzo muy enérgico. Subo el
volumen un poco. Cierro los ojos, respiro.
Me mantengo alerta, mi sentido de la percepción
afinado. Cuando el Oboe termina, la intensidad asciende. Entran los
tambores in crescendo y retumban en los cristales. Luego todo es
calma.
Me encanta esta parte. Es agresiva y me da cierta
sensación de majestuosidad. Me sugiere vagamente algo grande.
Justo cuando llego al tercer movimiento detengo el
aparato, me quedo en silencio con la luz apagada.
Me asomo por la ventana al patio de la casa vecina.
Busco al perro con la mirada. Lleva todo el día encadenado ahí.
Desde la mañana. No soporto sus lamentos. Rita no quiere que llame
a la policía porque teme que envenenen a la gata.
Hay luz en el living y el hombre y la mujer parecen
estar bebiendo con otros. También hay un par de autos descapotables
afuera pero no veo al perro. Es un labrador negro y no puedo
distinguirle. Ha estado ladrando y lamentándose toda la tarde.
Momentos antes había estado en el salón con Rita y
dije,
—¿Lo ves? Ni siquiera le han dado de beber.
Rita movió la cabeza. Hojeaba una revista y tenía
encendida la tele con el volumen al mínimo.
—Si no hago algo me volveré loco, dije — te lo juro
que me volveré loco.
Pero Rita no contestó, parecía muy interesada en
aquella revista y en acariciar a la gata con la mano desocupada.
Hacía como si no le importara pero yo estaba seguro de
lo contrario.
Volví a la habitación. Los lamentos del perro
continuaban, cerré la ventana pero no obtuve gran resultado. Fue
entonces cuando puse la segunda de Sibelius.
Tras las cortinas distingo las formas, uno, dos, tres...
parecían cinco o seis gentes y el agujero en el vidrio que da al
lateral del jardín. Por ahí se podían escuchar las risas.
El agujero por su parte tiene una historia algo
peculiar. Discutían. No sé sobre que discutían pero había gritos.
Creo que fue antes de que tuvieran al perro. El hombre arrojó una
estatuilla de Napoleón Bonaparte y salió disparada al jardín a
través del cristal. Al poco se besaban en el patio trasero. El la
sostenía a ella contra el muro, de pie, a horcajadas, con las
piernas abiertas y se besaban. Solamente se besaban, no hacían otra
cosa, como si no hubiese sucedido nada. La estatuilla duró algo de
dos semanas en el jardín pero el vidrio ya estaba para unos seis
meses.
Continúo mirando tras la ventana.
En eso un hombre sale. Enciende un cigarrillo a duras
penas y comienza a andar por ahí formando eses. Esta como una cuba.
Cuido que no me vea. El hombre se aproxima a la casa del perro y le
escucho ladrar. El hombre se detiene y manotea un poco. Da una última
jalada al cigarrillo y arroja la colilla a nuestro jardín, se baja
el zipper y orina junto a la canaleta de chapa del tejado... ni
siquiera se la sacude.
Dentro alguien pone a funcionar el estéreo a todo
volumen. Las vibraciones se sienten en mi cristal. ¿Por que nadie
llama a la policía? Me pregunto. Y también pienso que nosotros
tendríamos que llamar a la policía pero el temor nos inhibe como a
los demás.
Bajo a la sala de estar, pero Rita ya no esta ahí. Voy
a la cocina y me preparo un té y enciendo un cigarrillo pero no
tengo ningún apetito de fumar. La gata come su cena. Me mira al
entrar, para de comer, me mira de fijo, circunspecta, luego continua
comiendo.
Escucho otra vez esa música y me pregunto ¿qué clase
de gente puede escuchar semejante basura?
Apago el cigarrillo y salgo al patio trasero. El ruido
es mas intenso. El perro ladra pero no parecen advertirlo. Entonces
tuve la idea. Regreso a la cocina y saco de la nevera cinco chuletas
que sobraron de la cena y un paquete de galletas Ritz. Regreso al
patio, miro hacía aquella casa, acto seguido cruzo agachado la tabla
desclavada de la cerca y me aproximo al perro. Es dócil. Al
principio ladra, le arrojo algo de carne, la olisquea, me mira con
sus ojos vidriosos y se la devora, le arrojo mas. Devora como
desesperado. Y noto que aquello me da un gusto. Adentro suenan unas
carcajadas. Al fin le arrojo el resto de las chuletas y las galletas
y regreso a casa. La gata ha salido de la cocina. No me molesto en
averiguar a donde.
Rita esta leyendo un libro en la cama.
—¿Has salido? —pregunta
—¿por qué?
—Te he visto salir.
Tengo el impulso de contestarle con acritud pero me
contengo. Quiero evitar una escena. Así que le digo.
—Han arrojado un cigarrillo encendido a nuestro
césped.
—Esas gentes tienen armas ¿lo sabes?
No contesto. Me mantengo callado.
—¿Me atiendes? ¿escuchaste lo que..?
—Si —dije
—No podemos hacer nada...
—dije que esta bien.
—¿qué te sucede?
—nada
—te pones como si fuese mi culpa...
—no es tu culpa —digo— no hagas una escena por
favor.
—yo no hago una escena... la escena la haces tu con tu
actitud...yo no..
—¡No entiendes, no entiendes nada! —digo y salgo de
la habitación con la intención de dormir en el sofá pero no tengo
sueño. Voy a la cocina y abro una botella de vino, para beber en el
living. Trato de no maldecir mi suerte. No serviría de nada.
Realmente ni siquiera tiene importancia. Me acabo poco mas de un cuarto de botella y vuelvo a la cocina. Lavo la copa y me deshago del vino
restante. Así estoy un momento. De pronto se escucha un sonido de
cristales, pareciera como si discutieran, apago la luz y miro. Parece
todo en calma pero el perro ladra desaforado. Luego la música
comienza nuevamente. Vuelvo al salón. Es una noche calurosa, así
que abro un poco la ventana frontal y disfruto el viento refrescante
de la noche y parecerá curioso pero en ese momento pienso en si
algún día se descubrirá vida en otro planeta. Hace tiempo leí en
una revista que los científicos hablan de planetas muy similares a
la tierra. ¿Qué sucederá entonces cuando llegue ese día? Y
también leí o creo haber leído que ahí fuera hay vacíos inmensos.
Apago la lampara y trato de dormir, puedo escuchar el
ruido de los grillos. Es entonces cuando me levanto y miro el
teléfono.
Cuando vuelvo a la habitación Rita no esta en la cama.
Me pongo el pijama y me meto en las sabanas. Poco después escucho el
ruido del retrete.
—¿Así que has vuelto?
Cuando me meto a las Sabanas la gata salta al piso y se
esfuma por la puerta abierta.
—También es mi cama —dije
Ella no dijo nada.
Cuando entro a las sabanas yo traté de besarle a modo
de reconciliación. Ella dejó que le besara, luego le acaricié los
senos pero dijo.
—No creo que se buena idea... he estado sangrando.
No quise insistir. Agradecido.
Apagué la luz. Rita no tardó en quedarse dormida
mirando hacia su lado pero yo seguía sin poder dormir. Bajo a la
cocina a prepararme un emparedado pero tomo el teléfono adosado a la
pared y marco.
Lo siguiente es que:
Me encuentro delante de un emparedado doble de jamón
con aceituna y un vaso de leche cuando veo las luces azules y rojas.
Mis luces están apagadas. Hay destellos de actividad eléctrica en
el cielo y me hieren las pupilas. Uno de los oficiales llega al
vestíbulo y toca, el otro espera al pie de las escaleras junto al
buzón. Dejan las luces encendidas y siento una sensación acogedora.
El tipo abre. El otro oficial se aproxima, mira a un costado de la
casa hasta donde esta el perro. Le reconozco el tipo viste una
chaqueta de cuero. Asiente. Muestra un papeleo. No parece borracho.
Entonces los otros, cuatro hombres y tres mujeres salen de la casa.
Parecen muy bebidos para conducir. Discutieron mucho rato. Una de las
mujeres parece menos bebida, vuelve dentro, el oficial espera. La
mujer del tipo de la chaqueta suelta al perro y va dentro de la casa
con el. Observo toda la escena. Finalmente los oficiales suben a la
patrulla y se alejan. Al poco rato un taxi se detiene al bordillo y
suben tres hombres y una mujer. Los restantes suben a uno de
los autos, la que parece menos bebida se pone al volante y se esfuman
de ahí.
El tipo de la chaqueta se queda ahí mirando. Sostiene
un cigarrillo entre los labios, mira fijamente hacia la persiana de
nuestra cocina, como si sus ojos tuviesen la facilidad de mirar a
través de los obstáculos, me estremezco un poco pero pienso —¡no
puede ni mirarme! …—Repito— ¡no puede ni mirarme! Y
hubo otro destello de luz tras las nubes.