Hay un tipo que te quiere
dar por el culo a todas horas. No te deja. Te acosa. Te sale en los
sitios mas solitarios. En los rincones apartados. Tu lo evades pero
de alguna forma es como una sombra. Temes que llegue la noche y pueda
arreglárselas para entrar y reventarte el culo mientras duermes;
junto con sus compinches, todos esperando su turno. Así que no
duermes y entras en un estado de paranoia. Tampoco te duchas por la
misma razón. Y te sientes a punto de enloquecer. No hay posibilidad
de que alguien te ayude. Todos cuidan sus espaldas. Por las noches
piensas en tu vida. No eres un tipo para estar ahí. Si tan solo las
cosas hubieran sido distintas. Si se pudiera regresar el tiempo. La
situación te va arrinconando psicológica y físicamente hasta que
tomas una decisión de tres posibles.
1.-Le entregas el culo
y pasas a ser un objeto de su propiedad, hasta que otro le destrone y
pases a ser de un nuevo dueño.
2.- Te suicidas
3.- Le matas.
Tanto la primera y la
última te hacen parte del sistema carcelario. Te permiten definir tu
Rol dentro de prisión. La única manera de ganar respeto entre una
sociedad carcelaria es usando la violencia. Si un preso roba a otro
preso cualquier bagatela, sabes que tienes que ir a por ese tipo
aunque no te importe. Es tu deber. Y tratar de arreglártelas para
hacerlo sin que seas investigado. Todos los presos saben que lo
hiciste pero nadie dirá nada. Tu “státus” ha subido, en algunos
casos. Pero la violencia engendra violencia. Y se termina entrando en
el juego. Una cosa te lleva a otras y te abre otras opciones. Y de a
poco miras caer tu humanidad, y tus valores. Pasas a ser una bestia.
Los sentimientos ya no importan. La condena ha subido. Dejas de tener esperanzas. Te has convertido a fuerza en otro
individuo.
Bueno esas son una de
tantas situaciones que suelen vivirse en la cárcel. Uno apenas sabe de esas cosas lo que se ve en las películas o se cuenta por ahí de quienes han estado en esas situaciones.
He estado leyendo esa famosa correspondencia que el convicto Jack Henry Abbott mantuvo con el escritor estadounidense Norman Mailer y que por instancias de este, logró publicarse en forma de libro con el título de “En el vientre de la Bestia”
He estado leyendo esa famosa correspondencia que el convicto Jack Henry Abbott mantuvo con el escritor estadounidense Norman Mailer y que por instancias de este, logró publicarse en forma de libro con el título de “En el vientre de la Bestia”
Abbott fue un criminal
“autodidacta” que estuvo encarcelado desde que tenía unos doce o
trece años. A los treinta y siete años y tan solo habiendo pasado
unos cuantos meses en libertad fue liberado gracias a la intervención
y ayuda de Norman Mailer, para volver a asesinar al poco tiempo a un
camarero y regresar a prisión donde en el 2002 le encontraron muerto
en su celda. Al parecer se había suicidado, aunque existieron otras
sospechas.
“En el vientre de la
bestia” es un libro bastante incómodo por desgarrador e
intenso. Es difícil leerle sin ponerse algo nerviosos o evitar que
los ojos se humedezcan.
En el se describe al
sistema carcelario estadounidense, el tipo de torturas a los que eran (o son) sometidos los presos y la dureza con que son tratados por los
“yoguis” (los guardias carcelarios)
Fue un intercambio
epistolar que sucedió cuando Abbott se enteró de que Mailer estaba
escribiendo un libro llamado “La canción del verdugo” sobre Gary
Gilmore, ejecutado en 1977 por el asesinato de dos personas en Utah.
En el prólogo del libro
Mailer escribe:
“Un escritor recibe
varios centenares de cartas de extraños al año. En general, quieren
algo: que uno lea su obra o escuche el relato de su vida para
escribirlo. En cambio, aquella carta ofrecía una instructiva
información. Abbott había leído una nota en un periódico según
la cual yo estaba preparando un libro sobre Gary Gilmore y la
violencia en Estados Unidos. Quería advertirme de que muy pocas
personas saben gran cosa acerca de la violencia en las cárceles.
Ninguno de los autores que había leído sobre el tema parecía tener
la menor idea al respecto. Creía que los hombres encarcelados
durante cinco años seguían sin saber poco menos que nada del
asunto. Probablemente se necesitaba pasar una década detrás de los
barrotes para que una percepción auténtica de la vida carcelaria
calara en uno psicológica y físicamente. Abbott concluía que, si
me interesaba, él creía poder aclarar ciertos aspectos de la vida
de Gilmore en prisión.”
Aquí
pongo un extracto del libro:
“Los guardianes no te
hablan. Eres ganado, sin la facultad de la razón. Una vez me
indicaron la dirección de un lugar en el extremo de la jaula de
ejercicios, y me empujaron para que fuera hasta allí porque los
guardianes, en su desprecio, no reconocían que un prisionero pudiera
comprender la razón.
…En aquella época
los guardianes prescribían por sí mismos inyecciones de drogas de
fenotiaceno tan potentes como el proxilin… y todas estas drogas son
peligrosas. No te matarán, pero con toda la certeza te dejarán
incapacitado. La verdad es que te lobotomizan.
Me atacaban con tal
constancia y arbitrariedad en mi celda, que al cabo de un tiempo mi
deseo de alivio físico era tan fuerte y penetrante que cuando al fin
cesaba el ataque de los guardias y abandonaban mi celda, a veces
tenía una erección alentada por la desesperación y el dolor.
En aquellas condiciones
tenía que masturbarme en busca de alivio, pero sin ninguna visión
en la mente, la imaginación. El simple acto físico de acariciar el
pene tras innumerables exposiciones a los ataques es suficiente. Es
algo totalmente físico e involuntario.
Si fuera un hombre
ordinario con malentendidos corrientes, fácilmente podría haber
interpretado mal lo que sucedía en mi interior. Podría haberme
equivocado hasta el punto de convertirme en un masoquista sexual, o
un sádico. Podría haber confundido este acto de liberación con un
acto sexual de amor. Podría haberme viciado con toda facilidad.
¿A cuántos
prisioneros les ha ocurrido?
…A los prisioneros se
les inculcan actos de violencia constantes y detallados, concienzudos
e implacables, de manera que se forme en ellos una especie de
sospecha defensiva automática de todo el mundo. Esta sospecha ha
sido llamada paranoica.
Surge más de la
creencia adoctrinada que llegan a tener los prisioneros que de los
agravios que les infligen. Casi conscientemente acaban por dirigir
hacia sí mismos una violencia suicida, tanto mental como física.”
“…UN EX POLICÍA
FUE destinado a la prisión. Había arrestado a alguien que conocí
una vez. Era uno de esos clásicos cerdos belicosos. Supongo que
andaría por los treinta y cinco años. Uno se le acercó en el patio
y le dijo lo que sabía de él. El poli rogó que no lo divulgara, y
el tipo accedió. Le propuso que se endeudara con algunos presos que
yo conocía. Cuando al poli se le acabó el dinero para pagarles, el
otro tipo se hizo cargo de la deuda. Eso significaba que había
comprado al poli. Allí estaba él, con los ojos muy abiertos y
cagado de miedo, cuando sucedió esto. Más tarde, el que le había
comprarlo y varios de sus amigos estaban hablando conmigo en el
pasillo, y el poli pasó por allí. El tipo al que le debía le llamó
para que se acercara. Se limitó a mirarle y le dijo: «Acabo de
vender tu deuda. No me debes nada. Le debes a este». Y le señaló a
un hombre que le hizo recorrer toda la zona y aceptar cosas a crédito
de una docena de presos. El poli se suicidó unos días después. Por
alguna razón no pidió protección en la cárcel. Eso era lo que
querían que hiciera. No habían querido matarle.
Aquel poli era un
típico sucio puerco que hubiera podido pasar por un patrullero que
recorre en un turismo la autopista de Georgia. En el exterior usaba
la brutalidad para obtener información de la gente. Creo que tuvo su
merecido. No es corriente ver a un ex-policía en una verdadera
penitenciaría. Todavía me intriga el saber por qué destinaron allí
a este. ¡Algún pez gordo debía haberse enfadado con él!”
Lo que en definitiva me impulso a leer este libro fue la figura de Abbott; como un hombre privado de las experiencias y sensaciones de la vida; y la que llegó a conocer por medio de los libros y los grandes filósofos. Una vida trágica marcada a fuego por el sufrimiento.
En el prólogo Mailer dice:
Un libro fascinante...
Lo que en definitiva me impulso a leer este libro fue la figura de Abbott; como un hombre privado de las experiencias y sensaciones de la vida; y la que llegó a conocer por medio de los libros y los grandes filósofos. Una vida trágica marcada a fuego por el sufrimiento.
En el prólogo Mailer dice:
En cierto punto de su
correspondencia, Abbott se refiere a cómo consiguió su educación
leyendo libros que su hermana obtenía de un librero amigo. Durante
los cinco años y medio que pasó en la sección de máxima seguridad
leyó, con una intensidad que se refleja en su propio estilo, a
autores como Niels Bohr, Hertz, Hegel, Russell, Whitehead, Carnap y
Quine. Entre todas sus lecturas, la de Marx fue fundamental. En
Abbott hallamos el fenómeno de un delincuente juvenil, educado en
reformatorios, que da muerte a cuchilladas a otro recluso, toma
drogas cuando puede y lee libros en la sección de seguridad máxima
durante cinco años, hasta que apenas puede tenerse en pie, y luego,
al igual que Marx, trata de percibir el mundo con su mente y llega a
tener una visión de conjunto de la sociedad. La audacia del
delincuente juvenil se transforma en la osadía del intelectual
autodidacta. Es difícil imaginar lo que debe ser vivir solo con
semejante apetito y adquirir el plato fuerte de la cultura sin la
sopa que lo acompaña. Abbott intenta comprender el mundo, lo domina
mentalmente, pero durante toda su vida adulta solo ha pasado seis
semanas en el exterior. Conoce la prisión como el barquero
mitológico conoce el río que cruza para llegar al reino de los
muertos. Pero Abbott solo conoce el mundo a través de los libros. Es
el noble equivalente del degradado observador de Jerzy Kosinski,
quien conoce el mundo a través de un receptor de televisión, ese
Chauncey Gardner que tan magistralmente interpretó en el cine Peter
Sellers. Sin embargo, Abbott ha engullido una comida prodigiosa. Ha
desgarrado la carne de la cultura con sus dedos, ha quebrado los
huesos con sus propios dientes. Y el resultado es que tiene una
mentalidad como ninguna otra que he conocido, y que se expresa con
idéntica claridad desde supuestos del sigloXIX como desde nuestro
siglo...
Un libro fascinante...
¡Que lo disfruten!