El paraíso de Cantor
Este es un libro que
significa mucho para mí. Lo he releído varias veces y seguramente
nunca dejaré de hacerlo. “Antes del fin” de
Ernesto Sabato.
Al
igual que él (pero desde un contexto mucho muy por debajo, pues Sabato llegó a ser un gran Matemático) también yo
pasé por esa etapa de mi vida en la que me vi encantado por el
universo perfecto y abstracto de las Matemáticas. Y recuerdo aquella
frase de David Hilbert que ha quedado estampada en mi memoria a
sangre y fuego: “Nadie nos expulsará del paraíso que
George Cantor ha creado para nosotros” La
frase tiene su historia y no tiene precisamente la connotación a la
que me refiero. Ya contaré algo mas adelante. Por ahora es válida.
Pero luego de que por decisión propia decidí que después de todo el
Paraíso de Cantor no era para mí, no dejé de preguntarme a menudo
¿Qué me había sucedido para enamorarme de esa manera de las
Matemáticas? Porque confieso que aún ha estas alturas no dejo de
emocionarme con cualquier tipo de demostración. ¡Recuerdo en
particular de la que me quedé bastante tocado! Fue la primera y
decía:
¡Demuestre que 1 es
mayor que 0, 1>0! donde se
procedía por el método de la reducción al absurdo, quiere decir
“Suponiendo” que 0 es mayor que 1, y de ahí en base a unos
cuantos razonamientos se llegaba como resultado que 1 es mayor 0, lo
que por consecuencia es una contradicción pues recordemos que
partimos de suponer como verdadero lo contrario...
Y
yo disfrutaba como un poseso con todo eso. Pasaba horas y horas
refugiado en aquel universo. Análisis matemático, teoría de los
conjuntos, Combinatoria, Cálculo diferencial e Integral, Matemáticas
discretas, Álgebra lineal...
Pero
nunca se me ocurrió preguntarme ¿Por qué? Ya lo he dicho. Hasta
hace relativamente poco dejó de ser un misterio. ¿Yo Matemático?
Cuando fue la materia que mas me costó en mis estudios básicos.
¡Imposible! ¿Qué era entonces? De lo que creo estar seguro es de
que, las cosas que uno hace en la vida, las hace por una razón en
especifico, así que aquello debía tener un ¿Por qué?
Sería
absurdo que no existiera una explicación.
La
respuesta fue que el mundo se me presentaba hostil. Buscaba un
refugio. Me dí cuenta de ello algunos años después, muy recién...
Mientras
tanto aquello operaba desde el inconsciente, totalmente invisible a
mi razón. Me sentía incomprendido, tenía problemas para
relacionarme con los demás y debí descubrir un buen día, luego de
estudiar un curso básico de Trigonometría que aquello me ofrecía
un lugar cálido donde alojarme. Un universo solo para mí. Donde
podía estar a mi antojo. Y estaba ahí esperándome. No importaba lo
mal que pintaran las cosas; siempre estaba aquello para mí. Ese
lugar donde nadie podía hacerme daño. Y por mucho tiempo lo mantuve
oculto, hasta el día que dije a mi padre que quería estudiar
Matemáticas. Al final pactamos que iría a Ingeniería por otras
razones. Bueno. Yo amaba las matemáticas y siempre quise ir allá.
Me dediqué a estudiarlas de forma paralela.
Pero
volviendo un poco a los inicios.
Como
recuerdo haber disfrutado con aquel librito de Trigonometría. Era de
bachillerato. En un principio no entendía gran cosa y creo que fue
lo que mas me llevó a disfrutar... fue entonces como aprendí a
indagar. Fue como resolver un Puzzle, un misterio... algo fantástico.
Recuerdo que no podía parar y llené los margenes de anotaciones y
de “pistas” Y entonces inventé un método de sintetizar la
información que consistía en indagar, y recabar información acerca
del tema, crear una especie de collage, con eso que no se entiende
bien y se ha recabado, y luego tratar de atar cabos, ir desechando
hasta poco a poco en la mente formar la visión del objetivo...
Por
suerte yo estudiaba un Bachillerato en modalidad abierta y tuve la
fortuna de tener dos profesores excelentes que me alentaban a
seguir... mi profesor de matemáticas y mi profesora de filosofía.
Le estoy muy agradecido a ambos. Cuidaron que mi capacidad de asombro
y mi hambre de investigación no se apagara.
Para
entonces yo ya tenía mis filósofos preferidos, pero por alguna
razón no habían llegado con la misma fuerza que lo hicieron las
matemáticas y posteriormente la lógica, todo fue gradual.
Y
tal como se refiere Sabato en este libro; ahí descubrí un mundo
bien ordenado, un mundo de certeza y seguridad, y donde no cabía la
charlatanería de la filosofía.
Pero
esa etapa acabó. Mi vida ha cambiado. Yo soy el mismo esencialmente
pero digamos que con una visión algo diferente de la vida. Como
solía decir Borges mas o menos “Yo soy el mismo de hace tantos
años, pero con algunas astucias añadidas y un poco de menos
errores” creo que dijo, no recuerdo bien.
Y
en otro sentido, ahora, ha esta distancia de aquello puedo estar de
acuerdo con la forma de Sabato de ver a las ciencias exactas. “Las
ciencias exactas en su principio mas abstracto y fundamental son mas
claras y simples que el arte y la filosofía” porque, después de
todo, si demostramos la infinitud de los números primos mediante un
bello razonamiento, ahí no cabe el subjetivismo; por el contrario:
“Todo es impersonal”
Ahí
es o es... ¡No hay de otra! Y sus principios son “atemporales”
quiero decir que si pensamos, por ejemplo, en el teorema de
Pitágoras, este seguirá siendo igual de valido al paso del tiempo.
El tiempo no le hace mella. Es impotente contra estos conceptos.
Por
el contrario podemos echar una mirada a la filosofía y díganme
¿cuantos filósofos son inmunes al tiempo? o como dice Sabato son “Metahistoricos”
Demócrito,
Aristóteles, Berkeley, Descartes, Marx, Hume... todos presentan una
faceta plagada de cráteres por el tiempo.
Bueno
podemos considerar que en este sentido el arte está algunos peldaños
mas arriba, porque el buen arte, trata sobre temas de la condición
humana, aún el fantástico, y los preceptos básicos de la condición
humana son inalterables mientras existamos. Después nada de esto
tiene sentido.
Pero
en filosofía. ¡Todos dicen tener la Verdad!
Bueno,
como ya dije, muchas cosas han pasado... pero siempre recordaré con
cariño el paraíso de Cantor. Y creo que es algo que vivirá en mi
hasta mi último día.
Hay ciertos paraísos
de los que se entra y se sale
sin dejar rastro.
-como pocos-
me alegra haber salido antes
de la caída de las hojas.