Ya lo he manifestado en
otras ocasiones: a mí me parece que la muerte tiene una fuerte
componente de belleza pero que es necesario saber sentir. No es algo
que se pueda intelectualizar. Aveces creo que intelectualizar es la
manera mas efectiva de aniquilar muchas de las cosas valiosas de
la vida; no es lo mismo estar en silencio interno con uno mismo
tumbados bajo una noche azul, de verano, y escuchar el llamado de
apareamiento de los grillos en un estado sensorial, a captar todo eso
con el intelecto y comenzar a filosofar, aquí ya estamos perdiendo
mucha de la fuerza que esa situación nos ofrece.
Así que hay cosas que
solo se pueden entender sin el intelecto.
Yo la primera vez que me
dí cuenta de la belleza de la muerte fue durante el velorio de un
tío. En realidad yo nunca había visto un muerto tan de cerca
(apenas unos 30 cm) recuerdo que yacía a mitad de la sala velatoria
dentro de un ataúd de esos a los que levanta la tapa superior y se
puede mirar al difunto para desearle lo que sea. Yo no quería verlo.
Tenía miedo (no del muerto) si no de cualquier otra impresión
sensible que pudiera desatarme. Lo demás iban y lo miraban y
exclamaban “parece como dormido” bueno al final me decidí. Pensé
que bueno o desagradable podía traer consigo algo nuevo, y me decidí
a mirar: conforme me acercaba fui distinguiendo la punta de la nariz
afilada y blanca. Luego la frente y poco a poco sus facciones se me
fueron revelando hasta que estuve a un lado del féretro. En efecto
parecía dormido con mucha placidez y emanaba esa belleza de la que
hablo. No estuve demasiado ahí. Tan solo un instante porque de ser a
mí, no me gustaría tener un arsenal de mirones y curiosos
contemplando mi cadáver. Pero me llevé aquella imagen en la mente.
No mencioné a nadie aquello que había descubierto, me lo reservé
para mí solo, porque no lo entenderían y no quería que me tildaran
de un perturbado o algo por el estilo, no quiero parecer pretencioso, (no es mi intensión) pero esas cosas no se le dicen a cualquier persona de pensamiento vulgar. No estaba triste, ni asustado,
estaba maravillado por lo que había visto. ¿Alguien mas lo veía?
La siguiente ocasión fue
cuando murió mi perro. Conservo una foto momentos antes de
sepultarle; está en una entrada anterior. No puedo mirar mucho esa
foto porque me quema las retinas de la belleza que irradia”
Pero también podemos
admirar la belleza de la muerte en otras manifestaciones de la
naturaleza. Las hojas caídas en Otoño o los mismos árboles muertos
creo que son buenos ejemplos.
Hace algún tiempo me
encontré con el caso de Evelyn McHale, una chica de 23 años de edad
que en 1947 tomó la decisión de suicidarse arrojándose del Empire
State Building para terminar cayendo sobre una limusina aparcada
junto al bordillo de la acera y dejando a todos envueltos en una
enorme bruma de dudas e interrogantes que nadie nunca atinó a
contestar. Era una chica que aparentemente todo lo tenía: a unos
días de contraer matrimonio, hermosa, inteligente, sensual y con un
futuro muy prometedor y unos padres que le amaban y la podía amar
fácilmente cualquier hombre.
Cerca del lugar se
encontraba el fotografo Robert Wiles que capturó la fotografía que
pueden ver arriba y que mas tarde la revista LIFE calificó como “El
suicidio más bello del mundo”
Debo admitir que es un
caso que me ha dejado bastante impresionado, y siempre lo estaré, por
lo que no puedo dejar de registralo en esta especie de cuaderno de
apuntes. Bueno, la imagen lo dice todo.