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sábado, 22 de junio de 2019

El suicidio mas bello del mundo


Ya lo he manifestado en otras ocasiones: a mí me parece que la muerte tiene una fuerte componente de belleza pero que es necesario saber sentir. No es algo que se pueda intelectualizar. Aveces creo que intelectualizar es la manera mas efectiva de aniquilar muchas de las cosas valiosas de la vida; no es lo mismo estar en silencio interno con uno mismo tumbados bajo una noche azul, de verano, y escuchar el llamado de apareamiento de los grillos en un estado sensorial, a captar todo eso con el intelecto y comenzar a filosofar, aquí ya estamos perdiendo mucha de la fuerza que esa situación nos ofrece.
Así que hay cosas que solo se pueden entender sin el intelecto.
Yo la primera vez que me dí cuenta de la belleza de la muerte fue durante el velorio de un tío. En realidad yo nunca había visto un muerto tan de cerca (apenas unos 30 cm) recuerdo que yacía a mitad de la sala velatoria dentro de un ataúd de esos a los que levanta la tapa superior y se puede mirar al difunto para desearle lo que sea. Yo no quería verlo. Tenía miedo (no del muerto) si no de cualquier otra impresión sensible que pudiera desatarme. Lo demás iban y lo miraban y exclamaban “parece como dormido” bueno al final me decidí. Pensé que bueno o desagradable podía traer consigo algo nuevo, y me decidí a mirar: conforme me acercaba fui distinguiendo la punta de la nariz afilada y blanca. Luego la frente y poco a poco sus facciones se me fueron revelando hasta que estuve a un lado del féretro. En efecto parecía dormido con mucha placidez y emanaba esa belleza de la que hablo. No estuve demasiado ahí. Tan solo un instante porque de ser a mí, no me gustaría tener un arsenal de mirones y curiosos contemplando mi cadáver. Pero me llevé aquella imagen en la mente. No mencioné a nadie aquello que había descubierto, me lo reservé para mí solo, porque no lo entenderían y no quería que me tildaran de un perturbado o algo por el estilo, no quiero parecer pretencioso, (no es mi intensión) pero esas cosas no se le dicen a cualquier persona de pensamiento vulgar. No estaba triste, ni asustado, estaba maravillado por lo que había visto. ¿Alguien mas lo veía?
La siguiente ocasión fue cuando murió mi perro. Conservo una foto momentos antes de sepultarle; está en una entrada anterior. No puedo mirar mucho esa foto porque me quema las retinas de la belleza que irradia”
Pero también podemos admirar la belleza de la muerte en otras manifestaciones de la naturaleza. Las hojas caídas en Otoño o los mismos árboles muertos creo que son buenos ejemplos.

Hace algún tiempo me encontré con el caso de Evelyn McHale, una chica de 23 años de edad que en 1947 tomó la decisión de suicidarse arrojándose del Empire State Building para terminar cayendo sobre una limusina aparcada junto al bordillo de la acera y dejando a todos envueltos en una enorme bruma de dudas e interrogantes que nadie nunca atinó a contestar. Era una chica que aparentemente todo lo tenía: a unos días de contraer matrimonio, hermosa, inteligente, sensual y con un futuro muy prometedor y unos padres que le amaban y la podía amar fácilmente cualquier hombre.
Cerca del lugar se encontraba el fotografo Robert Wiles que capturó la fotografía que pueden ver arriba y que mas tarde la revista LIFE calificó como “El suicidio más bello del mundo”
Debo admitir que es un caso que me ha dejado bastante impresionado, y siempre lo estaré, por lo que no puedo dejar de registralo en esta especie de cuaderno de apuntes. Bueno, la imagen lo dice todo.

lunes, 10 de junio de 2019

Juego de azar

Supongamos una chica que se llama Adriana. Supongamos un chico que se llama Pedro. Adriana es ama de casa y madre. Pedro, conductor de colectivo. Una mañana Pedro se levanta quince minutos a las seis, dos minutos antes o después de lo acostumbrado. ¿Toma un baño? Quizás no lo hace, quizás si lo hace. ¿Toma algo de alimento? Quizás no lo hace, quizás lo hace. Quizás este casado, quizás no... quizá se encuentre deprimido, o eufórico. Puede que pasara la noche con una amiga y se ha demorado en despedirse o no se ha demorado. No lo sabemos.
Y comienza su día. Se toma su tiempo con el motor al ralentí, o tal vez no. Y comienza su jornada mas pronto, mas tarde o a tiempo.
Ese mismo día Adriana tiene planeado salir temprano. No desea molestar a su marido, le pide que descanse. Necesita atender unas cosas urgentes. Quizás el pequeño ha estado enfermo. Quizás ha estado consumiéndose en fiebre. A lo mejor no. Lo que si es cierto es que decide tomar un baño antes de salir y preparar algo de alimentos. Solo que quizás su esposo le ha dicho:
-¡Cocinaré mas tarde si tengo hambre, no te preocupes!
Y ella es posible que contestara:
-Lo hago ahora y tu lo pones al fuego mas tarde...
Puede que si, puede que no.
Entonces ella decide ir en auto. Acomoda al pequeño en el asiento trasero, se demora o lo hace rápido, da igual, o puede que no de igual.
Es una hora muy movida, hay embotellamiento. Decide seguir o decide tomar un atajo. Supongamos que decide el atajo. Llega a un sitio con menos afluencia de conductores: acelera. Un peatón se cruza; frena. Continúa algo rápido antes de la luz Roja, pero no lo logra. Se detiene en la luz roja y cuando el semáforo cambia, arranca suavemente.
Todo sucede muy deprisa. Los destinos se cruzan. El auto es embestido por el vehículo de Pedro. Es como apagar la luz. Todo ha quedado a oscuras. Puede que despierte, quizás no. No lo sabemos.

Siempre me ha llamado la atención la manera en que las vidas se encuentran. Hace unos días estuve hablando con una chica a la que sucedió un pequeño incidente de ese tipo. Un chófer de colectivo se estrelló contra su auto aparcado. Ya cuando estaba mas tranquila me dice:
-Creo que son las energías... se han juntado. Pero un milagro me salvó de no haber estado yo ahí en ese momento...
El Mateḿatico Henri Poincaré en su libro “ciencia y método” habla un poco sobre lo que se conoce como “la suerte” “el azar, la casualidad”
Ofrece un punto de vista mas positivista sobre el asunto. El sostiene que eso que nosotros llamamos el azar o la suerte, trata solamente de algoritmos; de pasos bien definidos y ordenados y consecuencias relacionadas que desembocan en un fin determinado; de una serie de hechos concatenados cuya relación es tan detallada, minuciosa y exhaustiva que escapa a nuestra capacidad de comprensión. 
Me siento inclinado a pensar de esa manera. De cualquier forma no se puede negar que es interesante el hecho de pensar en una multitud de vidas paralelas que algún día llegarán a cruzarse por destino, por azar o por lógica.
En la literatura existen muchos ejemplos de ello. Una de mis obras favoritas es Manhattan Transfer, de John Dos Passos y La región mas transparente, de Carlos fuentes... en ambas se encuentra el mismo factor: los personajes discurren sus vidas de forma paralela, cada uno, en su día a día, en sus clases sociales a las que pertenecen, con su rol en la sociedad, con sus pasiones y sus traumas. Aveces llegan a cruzarse, aveces en varias ocasiones, o han estado a punto de hacerlo.
Fuera de la ficción es algo que vivimos a diario y solemos pasar desapercibido. A mí siempre me ha gustado el misterio de esa serie de pasos que permiten cruzarse a dos extraños o juntarse a una multitud simultáneamente. Lógico. Nadie se conoce. Nadie le tomará importancia a un hecho así, a menos que el encuentro sea entre conocidos, fatal o amoroso. Pero resulta inquietante imaginar las acciones que habrá hecho esa persona para coincidir de esa manera con otras.

Tengo un amigo muy querido en Argentina. Pasa por un momento complicado puesto que tiene la misión de apoyar a su esposa con el cuidado de su suegra que sufre una enfermedad postrante y progresiva.
Cierta vez hablando le dije:
-¡Mira, piensa que si no te has casado con tu querida esposa, nunca habríamos llegado a conocernos!
¿Lo has pensado?
Sencillamente porque de no haberle conocido a ella, nunca habría tenido que cuidar de su suegra y por lo tanto no habría tenido necesidad de pasar largas horas en internet, y quizás nunca habríamos entablado una conversación en los foros. De ahí nació una fuerte amistad.
Creo que este asunto del azar es algo fascinante. Solo falta un pequeño ajuste, una pequeña vuelta de tuerca para cambiar una vida por completo.
Pareciera un juego siniestro en el que la muerte también juega. Reitero, creo que es un aspecto fascinante de la vida.

sábado, 8 de junio de 2019

Engaños


He estado pensando en esa frase de Maquiavelo que dice: 
 “Quien engaña encontrará siempre quien se deje engañar”
 He podido observar que los hombres muy frecuentemente nos llegamos aferrar a la mentira. Nos gusta que nos engañen. Giovanni Papini en su autobiografía “un hombre acabado” decía; 
<<Queríamos engañarnos y soñar; una de las frases más repetidas entre nosotros era que, era preciso beber a grandes sorbos de la copa de la quimera>>
En lo personal, yo no puedo vivir en el engaño. Bueno, respecto a esto hay una gran diferencia que es necesario aclarar. Por supuesto, uno vive frecuentemente en un engaño mientras la ignorancia respectiva no se disipe, eso es natural. Lo que me parece inconcebible es pretender vivir al amparo de la mentira, aún cuando la verdad ha salido a la luz.  ¡Me da mal de hígado, siento coraje conmigo mismo y mucha, pero mucha rabia.
La pregunta es: ¿Por qué decidimos continuar en el engaño luego aún de mostrarse evidente?
Creo que todo tiene que ver con la necesidad. Los hombres siempre estamos necesitados de todo; de afecto, de sexo, de seguridad, de satisfactores. Nos da miedo salir de nuestra zona de confort y de seguridad. No queremos ir a la deriva, ni deseamos experimentar cosas nuevas. Es ese miedo el que nos empuja a negar la verdad o voltear la espalda. Si una mentira enmascarada con las palabras mas dulces y persuasivas nos lleva a sentirnos en la gloria, difícilmente podremos arrancarle de nosotros aunque ardamos en coraje cada que se muestre la verdad. Aveces preferimos vivir en la mentira.
Aquí lo mas delicado es darnos cuenta de lo vulnerable que somos ante los demás. Lo dependiente que nuestra vida y dicha se vuelve hacía ciertas proyecciones ficticias.
Preferimos creer en una amistad falsa y voluble al temor de perderle. Preferimos las construcciones deformadas de nosotros mismos al temor de aceptar quienes somos.
Preferimos creer, vivir y sostener el espejismo de la mentira porque nos proporciona eso que deseamos escuchar.  
¡Qué complicados somos los seres humanos!