Desintegración
-Bueno, supongo que ahora
tendrás una razón.
-Se lo que quieres decir.
-¿A sí? Pero eso no es
una respuesta. Es decir lo es, pero no me satisface.
-Si, claro que tengo una
razón. -Contestó el joven un poco deprimido.
-No lo tomes así -dijo
ella.
-No lo tomo así, pero no
me incordies. Sabes que no puedo.
-Solo no quiero que te
molestes.
El no dijo nada. Solo se
quedó meditabundo.
-¿James? ¿Me vas a
dejar? Puedes hacerlo James. Y no te culpo.
-Vamos no me incordies
-contestó él.
-No te incordio. Pero para
mí es importante hacerte saber esto.
-¿Saber que?
-¿A caso no escuchas lo
que te digo? ¿Vas a marcharte?
El volteo y le besó la
frente; y al contacto de sus labios con la piel de la joven notó que
la fiebre se
había ido, y no estaba
húmeda.
<<Pero volverá>>
pensó el joven. <<La hija de puta solo ha dado una tregua>>
Se apartó de la chica y
dijo:
-No te dejaré Wanda,
sabes que no te dejaré. Me gustas.
El le tomó una mano. Era
una mano bonita, blanca y estilizada, como toda ella. O al menos como
había
sido ella. Entonces dijo:
-Que pudieras estar... te
ves tan bien.
-¿Te gusto?
-Te ves linda
-¿Pero te gusto?
-Me gustas mucho,
muchísimo. Lo que es muchísimo...
Entonces ella comenzó a
jugar con su mano. Solo vestía un camisón de algodón por toda
prenda y no
tenía apetencia de salir
de la cama. Aunque hacía unas cuatro noches ella le había pedido
que la tocara.
Y cuando terminaron ella
se puso a llorar.
-Te traeré el desayuno
aquí -dijo él.
-James, no es necesario.
Ni siquiera tengo ganas de tomar algo.
Pero el no la escuchó.
Salió, fue a la cocina y regresó mas tarde llevando una bandeja con un
huevo pasado
por agua, zumo y solo un
poco de café; al principio el doctor Raymond lo había prohibido
pero la
semana pasada había
dicho: “¿Para qué privarla de ese gusto?”
Ella sonrió. Y él pudo
notar que se había pintado los labios de ese rojo vivo que tanto le
agradaba y se
había peinado y tensado
el pelo y barnizado las uñas.
-Wanda linda. ¿Quieres
salir al jardín, o prefieres estar aquí? -dijo mientras colocaba la
bandeja sobre
la mesa de noche.
Se arrimó a la cama, le
besó en los labios y la ayudó a incorporarse. Aún no dominaba por
completo la
técnica de salir de la
cama. Y sabia que era de lo mas complicado.
-Hace un lindo día. -dijo
él.
El joven corrió las
cortinas y abrío la ventana. No podía ver mucho por que el árbol
de Manzanas y la
madreselva de la vaya se
interponían, pero era un bonito cuadro. Con variedad de matices de
Verde y
rojo y blanco. El joven
volvió y la incorporó un poco. Le puso el almohadón tras la
espalda para que
pudiera sostenerse y
recibir el aire fresco de la mañana hasta donde estaba.-James ¿Peso
mucho?
-Si, eres muy pesada...
mucho mas que el otro día, y mañana seguramente lo serás mas -dijo
él.
Pero no siguió por que sintió un nudo que subía por su garganta y no quería llorar frente a ella.
-¿Sabes que creo?
-¿Qué?
-Que me estas
mintiendo...
-Vamos, con esa actitud no
llegamos a nada. Ahora sujétate de mi cuello y...
-Será mejor que vayas por
la silla.
-Buena idea.
El volvió empujando la
silla y ella se sujetó a su cuello. Se sorprendió de lo ligera que
realmente era.
Incluso le parecía aún
mas ligera que el día anterior. Ella se quejó un poco.
-¿Te lastimo?
-Estoy bien -contestó
ella.
-Dime si te lastimo, la
piel esta quemada, recuerda.
-Estoy bien.
Le ayudó a colocarse
suavemente en el asiento y la empujó al jardín, luego regresó por
la bandeja del
desayuno. Entonces ella
pudo ver de frente las casas de vecinos y ver el destello de un auto
que
circulaba por la
carretera. En ese momento se arrepintió de haber salido. Era mucho
mejor ver el
manzano y la madreselva
desde la cama, pero no dijo nada. Sintió algo muy parecido al asco.
Pero mas
asco le daba recordar el
olor a desinfectante del hospital y el ruido de la ciudad. Pero
tampoco era tan
particular, ya todo le
daba asco. En casa se estaba mejor. El joven se sentó junto a ella
en una silla de
madera desde donde podía
verla bien.
-Parece ser el doctor
Raymond
-¿Le has llamado?
-Hoy es Sábado y es
visita ¿lo recuerdas?
-Es inútil -Objeto ella.
-¿Qué es inútil?
-De todas formas no
viviré. Y no me importa. Y aunque tenga una posibilidad no me
gustaría. No aguantaría esto para toda
la vida.
-Yo quiero que vivas.
Se arrodilló junto a ella y le tomó una mano.
-¿Para qué James?
-Bueno, ya lo sabes.
Tendremos hijos, muchos hijos que podrán pasar el día jugando aquí
en el jardín. Y
por supuesto que les encantaría tener a su madre
cerca de ellos.
-¿Y a ti también te
gustaría James?
-Por supuesto. Pero el
hombre de la familia tiene que salir a trabajar para ellos. No puede
quedarse a jugar todo el día.
-Y tú podrías pintar
entonces...
-Si y te pintaría a ti
junto al árbol. En una bonita mañana...
-¿Y qué mas?
-Pues luego... podremos ir
al campo a pasar el Verano. A casa del tío Hermann...
-Me gusta esa casa. Pero
no me gusta el tío Hermann
-Es muy severo.
-Me gusta mas la tía
Marguerite.
-Si, pero a ellos si les
gustará... Y el tio Hermann tiene el mejor huerto de Naranjas de la
región, ya
sabes. Por eso te pondrás
bien... así podré enseñarle a los niños el árbol de donde caí y
me rompí la clavícula... pero ¿me
crees?
-Te creo...
-¿De verdad?
-Si
El enorme Olds Mobile del
doctor Raymond se detuvo junto a la acera.
-¿Wanda?
-¿Si?-Solo quiero saber
ahora, ¿por qué lo intentaste? ¿Por qué lo deseabas Wanda?
-Solo lo hice y ya. Déjalo
así James... por favor. Tampoco lo comprenderías a no ser que...
Se interrumpieron al escuhar el chirrido de la puerta del auto del doctor.
El doctor Raydmond bajó cargando su maletín y saludó desde la verja, luego abrió
y entró.
-¿Cómo estamos hoy?
-parecía de buen humor
Fue una pregunta general.
Se refirió a ambos jóvenes y solo el chico contestó. Ella no dijo
nada.
-Será mejor ir dentro
-dijo el doctor.
El doctor empujó la silla
de Wanda y el chico se quedó un poco mas afuera. Mirando hacía el
lado donde la carretera se
pierde en una curva, rodeando la colina.
Sintió que los ojos le
escocían, se los frotó y volvió dentro.