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sábado, 29 de julio de 2023

Máximas para la vida

 No debemos eludir el placer cuando llega a nuestro encuentro, mientras seamos capaces de conducirlo con sabiduría, y no permitir ser conducidos por él mismo.

Los placeres son de diferentes tipos; se puede permitir sean un acompañamiento a nuestras vidas los que son menos proclives a arrastrarnos a un sufrimiento consecuente. Lo mismo se puede argumentar en lo referente a las riquezas. Mientras el individuo sea capaz de vivir aceptando la riqueza como algo colateral, algo que ha recurrido a su vida para facilitar las necesidades materiales y no se permite perturbar la dirección de su vida por la presencia o la falta de estas no existe ningún mal en ello.

Pues cosa de necios sería disponer de la riqueza y no hacer un uso racional de ellas, llegando incluso a despreciarles. El dinero se necesita en su justa medida.

Lo que guía la vida de un hombre por un camino apaciguado no es la riqueza, ni la pobreza, mas que su estado mental. Su generosidad, el uso de su razón y el entendimiento de su naturaleza mental. Solo así podrá verse en calma y en concilio con lo que tiene, y lo que su vida es en ese momento.

Quién se muestra desesperado y difícil de contentar con lo que tiene; sufre. Y busca por todos los medios liberarse para escapar de ese sufrimiento. Su estado mental agitado pronto le lleva a convencerse de que no hay salida y busca el efecto ilusorio y efímero de los placeres mas violentos sin razonar sobre las consecuencias futuras.


Es también importante conocer ciertas sutilezas en el arte de vivir. El no dejarse embaucar y confiar nuestra dicha a los fenómenos proclives a un cambio violento, y en la medida de lo posible en ninguna manifestación externa pues todo está condenado a perecer. Si buscamos que nuestra dicha sea por lo que reste de nuestras vidas deberemos buscar la impermanencia que solo se encuentra en nuestro interior, en la razón y en el conocimiento de la realidad de nuestros deseos y pensamientos. El conseguir un estado de calma reconociendo las ilusiones nos devolverá ese estado duradero, permanente en nosotros mismos.


El abstenerse de dañar al semejante es otro medio para conseguir un estado de paz mental. El obrar (cuando se crea así) con desprendimiento y generosidad. Ser proclives al “dar” pero con mesura. La riqueza tampoco puede ser derrochada.

Pero así como se debe ser tolerantes con el semejante, se deberá evitar ir en pos de su juicio. Casi siempre las multitudes creen tener la razón al obrar en masa. Esto no puede ser así. No se puede tener un juicio certero de lo que nos conviene seguir o no, sin razonar y explorar nuestro interior. Evitar tomar elecciones en masa o basadas en el ejemplo de los demás. Pues aunque somos semejantes, es ineludible, que en esencia, diferimos en cuanto a que a cada uno tenemos atribuida una representación individual de la realidad. Por lo que es necesario evitar en absoluto el imitar al prójimo. No imitar al prójimo no es lo mismo que no escuchar sugerencias y puntos de vista de otros mas sabios.


El placer que emane del comportamiento calmo, reflexivo y pacifico, será un placer consecuente, colateral a esa forma de vida. Pero como a otra clase de placer, se deberá tratar con mesura y control. Sin dejar de lado el razonamiento y el escrutinio sobre él. Y de ser posible, mas conviene, tan pronto como llega, desecharlo. Pues también es producto de una mente artificiosa.


No es cierto que la gente que no razona es feliz; pues son mentes asediadas al ejemplo de los demás y al deseo. Perdidas en la ignorancia y la ilusión. Aunque sus deseos sean mas simples y sencillos de satisfacer, casi siempre desembocan en el vicio. Una mente perdida en la ignorancia difícilmente puede conseguir la paz.

Y aunque todos tenemos mas ignorancia que lucidez, no por ello debemos ufanarnos de la ignorancia. La ignorancia es un mal. Uno de los mas gravosos.

Pero es necesario estar atentos. No caer en la trampa del ego inflamado. De ninguna manera estamos unos mas arriba que otros. Solo somos como partículas que nos orientamos hacía una dirección distinta al juicio.

La persona que tiene en mas estima la vida pacifica no hará nada por perseguir el placer. Antes se alejará del vicio, conocerá su naturaleza en la que reposa como persona y obrará hacía lo que le conduzca por aguas calmas siempre siendo honesto consigo mismo.

Una persona con semejante dirección soportará mejor los infortunios del vivir. Y sabrá apreciar, también, en su justa medida: las buenas cosas.

La trampa de la búsqueda del placer desmedido es caer en una dependencia. Si se llega a una dependencia entonces solo tendremos la ilusión de ser dichosos cuando el placer (pasajero) se manifieste. Luego de marchado sentiremos el peso del infortunio como una gran pesa de plomo que nos hunde de forma irremediable.

Pero tampoco hay que dejar sin considerar el cuidado de la salud física. Preservar la salud física para retardar y disminuir los achaques de la vejez y posibles enfermedades es el primer bastión que se debe defender para quien solo quiere paz en su vida. La buena alimentación y el moderado ejercicio físico son aquí dos elementos indispensables. Si un hombre joven lleva un historial de antepasados de salud débil, es necesario que mediante la razón quede convencido de evitar ingerir alimentos dañinos y al tiempo de cuidar con mesura la cantidad de ejercicio para mantener un balance.


Otro precepto importante que no se debe olvidar es, preocuparse solo por lo que tenemos control. Si aún con nuestros esfuerzos es inevitable la llegada de una desgracia o una enfermedad, tal que ha salido de nuestras manos, la mejor disposición que podemos tener ante eso es la aceptación. Si antes de la llegada de cualquier mal, vivimos con ello en mente, el miedo se disipará, y nuestra vida, ahora saludables, discurrirá por un camino mas calmo.

Aprender a apreciar la fuerza y el buen estado de salud. Aprender a apreciar cada etapa de nuestra vida, ser conscientes de ello y del paso del tiempo, nos permitirá evitar sentir congoja ante la progresiva marchitez del cuerpo y el desgaste de nuestras articulaciones y cada miembro del cuerpo.

Bueno o malo solo son etiquetas del lenguaje. Son artificios creados por la mente. Los seres humanos nos sentimos atraídos por la naturaleza. Decimos que la naturaleza es bella, es buena en un día soleado y prados en flor primaverales. Pero cruel y funesta ante una lluvía de fuego o un terremoto. Todo ello es carente de significado por si mismo. Bueno o Cruel son solo etiquetas. Conocer esto nos permitirá aprender a aceptar lo que no está bajo nuestro control y mirar mas cerca de la verdad.


No esperar nada del prójimo. La peor expresión de la generosidad es; pretender ser generoso esperando cualquier tipo de retribución del prójimo. Como se ha dicho; la generosidad hasta donde sea posible permitírnosla.


No hay impedimento alguno para el hombre rico que viven en comodidades, sea simultáneamente un hombre sabio y humilde. Si atendemos que la humildad no es eso que algunos pregonan sobre la escasa tenencia de propiedades o vestir con mantas. La humildad (concepto que falta por definir) no difiere entre el individuo que viste mantas o el que se transporta en vehículo propio.


Entre mas joven el hombre razone sobre estos preceptos de la vida y algunos otros; mejor. Si se considera ser demasiado viejo para intentar un cambio; basta con arreglar un poco lo mas desorganizado, realizar una conciliación consigo mismo y continuar la vida.

El seguir tal modo de vida, nos mantendrá alejados de la avaricia y la envidia hacía el prójimo. Sabremos distinguir con reconocimiento un logro o virtud ajena.


No se debe ir en contra de lo natural. Buscar siempre satisfacer las necesidades naturales; pues nadie puede pensar bien con el estómago vacío o sin haber dormido de forma reparadora. El pasar frío, hambre, calor, no hará mas sabio e humilde al individuo.

Hacerse cargo de los deberes ajenos, o prometer lo que se es incapaz de dar es un camino sencillo a la desdicha.

Ser amable con los otros, pero ni tan blando que inspire en ellos ser objeto de abusos.

Razonar antes de actuar. Las palabras son hirientes. Y muchas veces innecesarias.

Evitar caer en fanatismos. Nuestro mejor escudo para ello será la razón, el autocontrol y el autoconocimiento.

En la vida se hace lo que se tiene de acuerdo a nuestras posibilidades y capacidades. No hay un fin concreto que alcanzar mas que la paz y el sendero virtuoso (entiéndase como virtuoso a las acciones que no dañan al prójimo ni provocan sufrimiento personal).

Algunos dejarán obra basta y maravillosa. Pero tan creador es el que deja poco y a sus capacidades, como nada se reprocha a quien solo se dedica al arte de vivir en paz.

Entiéndase por prójimo a toda la variedad de organismos y seres vivos que pueblan el planeta.

No juzgar a los demás por sus pasadas acciones; debemos comprender que a menudo, muchas acciones del delincuente son debidas a un estado mental de ignorancia. Entonces, ante esta idea, aquel que llegó a hurtar o a zaherir y se manifieste arrepentido será sujeto de mayor compasión. Pero nunca cesar de observar.


Y estás son algunas máximas resumidas que puedo compartir, fruto de mi experiencia ante la vida.



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